SECRETOS DEL ALMA | Entonces, ¿quién soy?

Música cortesía de: Fernan Birdy/Relax Music

— ¡No me irás a decir ahora que tienes doble personalidad y que no te enteras de cuándo actúas de una manera y cuándo de otra! ¿Pero tú es que me has visto cara de…? mira… me voy a callar!

Lucía era la madre de Pedro Luis. No podía comprender cómo era posible que su hijo, cuando entraba por la puerta de su casa, era un Pedro Luis agresivo, desafiante, engreído, chulesco e insolente y cuando volvía a cruzar la puerta para salir a la calle era un joven de 17 años adorable por todos.

La psicoterapeuta miró a Pedro Luis esperando una reacción ante la crítica de su madre. La sorpresa llegó cuando el joven contestó de la siguiente forma:

—Es que yo no me veo así mamá. Yo no creo ser lo que tú dices.

—¡Ah! ¿no? ¿ya estás mostrando tu cara buena ante la psicoterapeuta como haces con todo el mundo? A ver… ¿es que no es verdad que ya estamos hartos en casa de tu actitud? Mira Pedro Luis… desde que tenías 7 años que nació tu hermana que empezaste a ser un niño desobediente. Siempre hemos pensado que ha sido porque has estado celoso, pero es que ya tienes 17 años y esto no hay quien lo aguante.

La psicoterapeuta esperó paciente a que el joven respondiera a su madre, sin embargo, él permaneció en el más absoluto de los silencios. Se reclinó cómodamente en el asiento y sacó el móvil en actitud de indiferencia. Se había conectado a las redes sociales.

—¿Ve lo que le estaba diciendo? Así todo el día, o grita o nos ignora, como si de repente no existiéramos. Ni estudia, ni trabaja… ni piensa, lo que no se es cómo aprueba los exámenes.

—Pedro Luis, disculpa que interrumpa tus conversaciones tan interesantes por Facebook. ¿Te importaría apagar el móvil o silenciarlo, mirarme y contestar a una pregunta que voy hacerte?

El joven levantó la vista. Por un instante pensó que venía la escena típica de las películas de acción donde el policía se abalanza contra el joven y lo estampa contra la pared para ponerle las esposas. Pero no, no ocurrió eso. Silenció su móvil y con gesto de sorpresa se acercó con la silla a la mesa del despacho.

—Coloca, por favor, el móvil boca abajo—añadió la psicoterapeuta con calma— y ahora la pregunta es: ¿crees que estarías más cómodo si le pido a tu madre que espere en la sala de al lado mientras nosotros dos solos hablamos?

Pedro Luis abrió los ojos tremendamente sorprendido por la pregunta. Esperaba que la profesional realizara alguna crítica por haber tenido ese comportamiento de inadecuada educación. Sonrió y contestó:

—Gracias, pienso que estaré mejor si estamos solos.

La psicoterapeuta acompañó a la madre a la sala de espera explicándole que sería citada para otra terapia individual dónde le hablaría de lo que le estaba pasando a su hijo y le indicaría unas pautas. Entró de nuevo en el despacho. Se acomodó en el asiento, miró a Pedro Luis, se acercó mucho a su rostro y espaciando mucho las palabras le dijo:

—Ahora que estamos solos… explícame quién de los dos eres de verdad. ¿Pedro Luis el amable, bastante líder en clase, el que apoya a sus compañeros, el que cae bien a la mayoría y a las chicas las lleva locas o Pedro Luis el desagradable en casa, que deja todo tirado por la habitación, que espera a la mínima para meterse con su hermana, que trata a sus padres como si llevara odio en su interior y no estudia, pero aprueba?

—¿Cómo sabes eso de mí? Me refiero a lo de clase.

—Porque me informo. He llamado a tu tutor. Al parecer eres buen estudiante y cumples con tus responsabilidades. Como entenderás no cuadra una persona con otra.

—Mi madre me saca de quicio. Está siempre encima de mí. Cualquier cosa que hago está mal hecha para todos los de mi casa. Mi hermana es la lista. Lo que es, es una espabilada que con eso de que es pequeña… Yo no quiero ser así, de verdad, pero es entrar en mi casa y me agobio, como si estuviera maldita la casa esa.

—Al parecer llevas ya cinco días que llegas tarde a clase. ¿Qué ocurre por las mañanas al despertar?

—¿Al despertar? Que oigo una voz en mi cabeza que me dice lo bien que se está en la cama. Un 80% de esa voz, me dice que para qué… que no vale la pena… que puedo ir más tarde… se apodera de mí, te lo juro… como si unas manos enormes me sujetaran a la cama inmovilizándome y claro… no soy de piedra y me vuelvo a dormir.

—¿Y el otro 20% que te dice?

—Ja, ja… el otro 20% es la parte buena de la película. Es la que me dice: “Pedro Luis levántate, tío levántate… no hagas hablar a tu madre que te vas a quedar sin móvil… cumple con tus responsabilidades… venga… que tú puedes… pero nada. Claro, el otro número es mayor que este. Entonces oigo la voz de una persona poseída, mi madre, que si no tengo vergüenza, que soy un vago… que si mire usted… que… bueno, bueno… unos griteríos de buena mañana… yo no sé cómo los vecinos no nos denuncian.

—¿Y no te has planteado que no tiene sentido ese 80% que domina tu mente? Considero que un joven no tiene por qué tener es tipo de pensamientos ni por la mañana ni a ninguna hora. Si lo profesores te considera buen estudiante, tu comportamiento es adecuado, eres buen compañero y respetuosos en clase, deberías explicarme a que obedece que de un tiempo corto a esta parte estas faltando a clase, no quieres levantarte y cada vez eres más desordenado y más irrespetuoso con tus padres, al margen del comportamiento agresivo con tu hermana fruto de tus celos.

—¿Celos yo? Diagnóstico equivocado querida psicóloga. Yo no estoy celoso de nada.

—¿Qué son los celos para ti Pedro Luis?

El joven miró a la psicoterapeuta de una forma muy fija. No la miraba, sólo pensaba qué contestar.

— Los celos son sentimientos de rabia porque lo que yo pienso que me corresponde se lo dan a otro.

—¿Por ejemplo?

—El cariño, los mimos, los halagos, los besos, el sentirte escuchado, apoyado…

—Debo entender que tus padres han dejado de prestarte atención centrándose en tu hermana y a ti te ha dado por consumir drogas para alejarte de tu realidad y así no enfrentarte a ella, ¿es así?

—¡Madre de Dios! Pero tú qué pasa ¿que eres criminóloga, detective o algo así? Vale… es cierto que estoy fumando marihuana desde hace muy poco tiempo, pero no creo que me comporte así por eso… digo yo.

—Va a ser que sí. Analiza. Si antes controlabas tu actitud y ahora no, si cuando tus padres te decían que ordenaras la habitación lo hacías y ahora no, si antes te levantabas y ahora no, si tenías buena capacidad para concentrarte y ahora la tienes disminuida, si antes tenías ganas de luchar por algo y ahora no… tú me dirás Pedro Luis, tu comportamiento se debe al consumo. Y no me vengas diciendo que fumas poco, que solo es cuando sales de fiesta, que solo han sido unas caladas porque no me lo creo.

—¿Se lo vas a decir a mis padres?

—¿Es eso lo que te preocupa?

—Oyéndote me da la sensación de que soy un drogadicto.

—Un drogadicto es una persona adicta a las drogas. ¿Lo eres?

—Si no puedo pasar sin ellas es que soy adicto, ¿no? Si cuando salgo consumo marihuana y no se salir sin consumir es que soy adicto, ¿verdad? Pues entonces soy drogadicto, como el resto de mis amigos. ¿Y ahora qué? ¿Se lo vas a contar a mis padres o qué vas hacer conmigo?

—Yo no se lo voy a contar a tus padres, lo vas hacer tú mismo y delante de mí. Y si verdaderamente quieres ser algo en la vida, más te vale que vayas creciendo. Acepta tu realidad. No hace falta que te diga tu potencial porque sé que lo sabes. Se trata de enfrentarte a tu problema. Habla con tus padres, confiésales que tu comportamiento se debe a que consumes drogas y que quieres dejarlas, pídeles que te ayuden, expresa lo que sientes, comprométete, yo voy a estar contigo en este proceso.

El joven accedió a que pasaran sus padres y agachando la cabeza contó lo que le pasaba. Su padre se mantuvo en silencio mientras lo escuchaba. De los ojos de su madre salían lágrimas, pero no emitía sonido alguno.

Cuando el joven levantó la mirada para ver el rostro de sus padres, el silencio del padre y las lágrimas de su madre le sirvieron para entender que solo él era dueño de su decisión.  

Hoy en día está estudiando 2º de Derecho.

Secretos Del Alma - Entonces, ¿quién soy?

El recuerdo, como una vela, brilla más en Navidad

Lola Collado Tarazón

Título citado de Charles Dickens

La Navidad es una fecha de tradiciones, momentos de reencuentro, sentimientos compartidos o alejados, unión o soledad, alegría o tristeza.

Durante estas fechas adornamos nuestras casas con infinidad de motivos navideños. Las calles se llenan de luces. Escuchamos villancicos en cada esquina, en la radio, en las tiendas… dando ese toque especial que recuerda a nuestras mentes que el año ya está llegando a su fin. Y es que, tarde o temprano tiene que haber un punto de partida, un punto en el año donde todo termina y todo comienza. Un momento para reflexionar sobre las cosas más importantes que nos han pasado durante el año y hacer balance de todo lo vivido. La unión de estas vivencias, activan nuestro cerebro, y muchas veces, lo que parece un simple adorno, un olor, un sonido o una canción, nos trae un recuerdo que creíamos tener bajo llave, bien guardado, e incluso olvidado, evocando una mirada perdida en la nada, símbolo de la nostalgia.

Verdaderamente hay personas que anhelan su llegada, pues es una fecha feliz donde se tiene la oportunidad de rodearse de los seres más queridos, compartir sus bienes con ellos e intercambiar obsequios. Sin embargo, para otros tiene un significado más amargo pues las emociones que experimentan no son precisamente positivas sino más bien de tristeza, soledad y nostalgia. En estos casos, la Navidad se vive de forma muy diferente, el tiempo se aprovecha de otra manera. Se utilizan los días festivos para descansar, relajarse, viajar o simplemente tumbarse en el sofá de casa a ver una película tras otra, deseando que el tiempo pase lo más rápido posible. En definitiva, son vacaciones y como en cualquier otra época cada cuál es libre de elegir como quiere pasarlas. Ahora bien, queridos lectores, ¿dónde se esconde el problema?

 Muchas veces silenciarse y desear que los días pasen rápidamente es casi una misión imposible, pues a todo esto hay que sumarle el estrés que nos supone la cantidad de compromisos que debemos atender durante estas fechas; cenas o comidas de empresa, reuniones familiares incómodas, arreglar la casa que vienen todos, excesivos gastos económicos, preparar comidas, regalos…

¿Qué podemos hacer si este es nuestro caso? Si para nosotros estas fechas no son sinónimo de alegría sino todo lo contrario, de tristeza y estrés…
Si estos sentimientos nos invaden, es importante tener presente que, aunque no podamos controlar cómo nos sentimos, sí tenemos la capacidad de elegir cómo queremos enfrentarnos a cada situación. Aceptar y validar las propias emociones dándonos permiso para sentirlas es el primer paso, pero igual de importante y necesario es tener la voluntad de soltar y seguir avanzando.

Esto no quiere decir que olvidemos nuestras preocupaciones o que finjamos que no ha ocurrido algo que nos ha ocasionado mucho dolor, esto sería imposible. Se trata de aprender a hallar un equilibrio entre permitirnos experimentar estas sensaciones y encontrar momentos para sonreír y disfrutar junto a las personas que tenemos a nuestro alrededor. Porque, no nos engañemos, si hay algo que realmente puede ayudarnos es el HUMOR. Sí, con mayúsculas. Es el único capaz de despertar de forma inmediata a las hormonas de la felicidad y del amor. Gracias a él, nuestro cuerpo es capaz de producir una serie de hormonas, tres de las cuales son responsables del placer y la motivación (dopamina), aliviar el estado de ánimo (serotonina) y producir felicidad (endorfina).

En estas fechas, un buen espejo en el que mirarse pueden ser lo niños. Pues como muy bien dice Joan Manuel Serrat “esos locos bajitos que se incorporan con los ojos abiertos de par en par…”. Y es que, si realmente hay alguien experto en disfrutar de la Navidad y hacer un buen uso del humor y de la felicidad, son ellos.

Vive el aquí y el ahora y ya sabes… en reuniones familiares el mejor sistema son los chistes. Recuerda que la música y el buen humor apaciguan los nervios y relajan el alma cargada de rencores.

Día de Navidad CEP

LECTURA | Los Valores del Respeto (Libro Completo)

Alicia Catalá Seguí

Los Valores del Respeto

―¡Esto es muy fuerte tío! ¿Por qué dejas que te insulten?¡No puedo entender que no te defiendas de esta gentuza Miguel! ¿Se lo has dicho a tu padre?

Miguel no podía mirar a su amigo, permanecía sentado en el suelo, le sangraba la ceja. Hacía más de cuatro meses que el curso había empezado y, según él, estaba perdido. No le caía bien a nadie y encima se sentía inferior al resto porque era muy delgado y bajito, no aparentaba los 15 años que tenía.

Alberto era su más íntimo amigo desde la guardería. A diferencia de Miguel, Alberto era un chico con autoestima. Sí, esa palabra que está muy de moda y que significa “el concepto valioso que tienes de ti mismo”.

Alberto, había nacido con una deformación física en su brazo izquierdo. Tenía que aprender a defenderse de las personas que sentían compasión por él y que se reían de él, menospreciándole e insultándole. En su mente siempre estaban las mismas palabras. Palabras que había incrustado en su memoria y que le ayudaban a avanzar. Venían de una frase que leyó en un viejo libro: “Nadie te respetará si tú mismo no empiezas a respetarte”.

―¡Venga Miguel! El año pasado igual y este… acabamos de empezar, y tío… pinta mal, muy mal. ¡No te plantas. Tú mismo, sin darte cuenta y sin hacer nada parece que invites a que te peguen y te insulten. ¿Por qué no te plantas? ¡Esa gentuza sin valores lo único que quieren es mostrar que son poderosos, dominantes! ¡En grupo son muy chulos pero de uno en uno seguro que se cagan! —

Miguel, cargado de rabia, replicó:

―¡No te plantas, no te plantas…! Estoy harto de escuchar esto ¿sabes? ¡No sé plantarme! ¡Tengo miedo! Cada vez que salgo del Instituto ya sé lo que me espera. Como siempre me van a acorralar, me van a empujar llamándome de todo y entre empujón y empujón como si fuera una pelota, guantazo… El otro día me quitaron hasta el móvil. Y cuando ya me habían machacado bastante, se rieron de mí. Me bajaron los pantalones y terminaron haciéndome fotos con los móviles… No puedo más Alberto, no puedo más… me llaman “mierda”, pero es así como me siento.

―¡Vamos a hablar con tu padre y luego a la Policía o a la Guardia Civil y los denuncias! yo voy contigo. No te pienso dejar ni un minuto solo.

―Alberto, tío, tío, yo creo que no es cuestión de denunciar, porque si denuncio igual la toman todavía más conmigo. Además, si se lo digo a mi padre, él sí que me matará. Desde que murió mi madre, ya llevamos bastante. Está deprimido, le ha dado por beber y encima me dice que si tengo problemas en el instituto que me las apañe como pueda que él tiene los suyos.

―¡Vaya marrón!

Dice que es una vergüenza que yo no sepa defenderme. Se pasa el día diciéndome: “¡si alguien te pega, me cago en tooo… defiéndete con los dientes, pero no me vengas lloriqueando que te cruzo la cara! ¡Qué malcriado te tenía tu madre en paz descanse! ¿Qué, se lo dirías a tu padre si fuera como el mío?

Hombre, si yo te apoyo y hablamos seriamente los dos… es que Miguel, no se trata de que te hayan pegado una vez, es que te humillan, te insultan, te maltratan y nadie hace nada. Yo pienso que es algo que no debes arreglar tú solo, a estos tíos hay que asustarlos con algo. Vamos a la Guardia Civil y allí nos dirán algo. Somos menores de edad. ¿O no te acuerdas? Mira, yo con mi brazo deforme soy un blanco fácil para que esta basura se meta conmigo. Y mírame… ¡ni me tocan!

¡No te jode! Yo teniendo un hermano como tú que me defienda también voy de chulo por ahí. Alberto, tío, baja de donde te has subido que no te tocan porque tu hermano es un cachas y te quiere un mogollón. Se pone a esperarte en la puerta y vamos… hasta a mí me da palo acercarme a él.

Vale. ¡Está cachas el tío! ¡Ya está! ¡Se lo decimos a mi hermano y que los acojone!

Bueno, ya veremos, ahora cuando llegue a casa le diré a mi padre que me he caído jugando al futbol y me he abierto la ceja. Alberto tío, te agradezco un montón lo que haces por mí, yo no sé cómo te lo montas… Se ve que la han tomado conmigo y punto.

Alberto asombrado por el comentario de su amigo Miguel, sonrió y mirándolo muy fijamente, dijo:

Mira cómo he nacido yo, mira mi brazo deforme… A parte del cachondeo que llevamos con el cachas de mi hermano, yo he tenido que buscar algo en mí que me haga ser un tío muy majo porque sé que mi vida no va a ser como la de otros. No lo voy a tener fácil, sobre todo con las tías… ¿Dónde voy con este brazo? ¿Sabes de qué me di cuenta un día? De que lo único que tenía, y menos mal, era este pedazo de inteligencia. Debía ser algo en la vida que valiera mucho la pena y que tenía que currarme el ser yo mismo, aceptarme primero y luego luchar con el apoyo de otros… Y eso es lo que hago; ¡tener amigos fantásticos como tú tío!

Alberto pasó el brazo por el hombro de Miguel en señal de amistad.

Dos días después acorralaron de nuevo a Miguel a la salida del instituto. Era un grupo de cinco adolescentes que estudiaban en la misma clase. Adolescentes que habían despreciado los valores del respeto. Ese día Miguel no sólo llegó a casa de nuevo con la mochila rota, con el labio partido y la mirada perdida, también llegó a su casa con la moral destrozada y su dignidad hecha pedazos.

De camino hacia su casa le sorprendió el cartel que un pobre hombre tenía en el suelo entre sus pies. Pedía una limosna en la puerta de un supermercado. Todos los días, camino al instituto, lo veía allí. Pero nunca se había detenido a leer lo que ponía el cartel. El cartón decía: “Soy mudo, le aseguro que si tuviera boca hablaría para pedir y protestar, pero… no puedo. Gracias por su ayuda”.

Aquel párrafo tan simple le hizo reflexionar. ¡Él sí tenía boca y podía hablar! Se sentó frente al ordenador y buscó en internet todo lo relacionado con “Los valores del respeto” y se puso a escribir:

“AVISO IMPORTANTE PARA MIS COMPAÑEROS DE INSTITUTO”

¿Por qué hay personas

que no respetan a los demás?

La falta de respeto es propia de las personas desconsideradas y egoístas e insensibles. Es tal su indiferencia o su ignorancia respecto a quienes viven a su alrededor, que pasan por alto las más elementales normas de convivencia, como si no las conocieran.  Quienes así obran causan un daño considerable a las personas, pues pisotean su dignidad y su derecho a ser tenidos en cuenta y respetados. Este comportamiento es típico de personas conflictivas que tienen serios problemas relacionados con la personalidad. Son personas que empiezan siendo así desde antes de la adolescencia, avasallando, insultando, agrediendo, humillando y destrozando la vida de personas que no pueden o no saben defenderse. Son insolentes o desagradecidos. Son vándalos que destruyen por placer. Tienen malos tratos con los demás  y abusan de ellos. Carecen de principios y de valores”.

¡Denuncia!

¡No permitas que esto suceda!

¡Si te encuentras con personas así,

habla!

¡ROMPAMOS EL SILENCIO!

Miguel imprimió su escrito y al día siguiente se presentó ante su tutora y le dijo:

Por favor, quisieran que hicieran fotocopias y lo repartieran a todos los alumnos del instituto y que también lo pusieran en el tablón de anuncios. Me imagino que como yo, hay bastantes jóvenes que están sufriendo abusos por parte de unos cuantos. He decidido empezar a frenar esto. Antes no podía, pero sé que no estoy solo. Si hablo podré hacer algo por aquellos que no quieren o no pueden hablar por miedo y también podré hacer algo por mí.

La profesora, tras leer el texto atentamente, abrió los ojos manifestando asombro y dijo:

Miguel, ¿qué está pasando? ¿Qué es esto? Necesito que me digas que está ocurriendo y quiénes son los compañeros que te están intimidando.

Miguel le contó todo a su tutora, desde el principio. Habló de cómo se sentía y de que no le había dicho nada a su padre, pero que lo iba hacer.

Dame nombres.

Juan, Pedro, Chema, Luis y Toni de mi clase. Pero le puedo decir que no importa cómo se llamen porque en otras clases también habrá otros igual con nombres diferentes.

¿Estás dispuesto a un careo? Hablo de una reunión cara a cara.

Estoy de acuerdo. Cuento con mi amigo Alberto que es el que me apoya. Aún no le he dicho que he venido hablar con usted. Sólo le pido que espere a que pasen unos días, luego sabrá por qué. Necesito reunir pruebas.

Su tutora accedió con la cabeza y le indicó que tuviera cuidado.

Cuando Miguel salió del despacho, se sintió un poco más grande. Había dado el primer paso. Localizó a Alberto, le contó todo y le explicó su plan a seguir. Le pidió que a la salida de clase le siguiera y se escondiera para que los demás no lo vieran.

Alberto, en el momento en que veas que se acercan y empiezan a meterse conmigo, coge el móvil y ponte a grabarlo todo. ¡No pierdas detalle tío que voy a por todas!–.

Alberto no daba crédito al impulso que había tomado su amigo y pasándole el brazo por el cuello le dijo afectuosamente:

¡Eres impresionante tío! Ya te dije que tenías mucho valor, que está dentro de ti. Vamos a montar una que se van a cagar.

Efectivamente, al doblar la esquina camino para su casa, se tropezó de cara con los cinco. Alberto hacía unos minutos que había puesto el video del móvil a grabar, escondido entre los coches para no ser visto. Uno de los cinco le puso la zancadilla a Miguel haciéndole caer mientras que con el otro pie le pegaba una patada en toda la espinilla. Miguel cayó de bruces contra el asfalto.

Mira el niñatoreían todosAhora ponte a llorar nenaza.

Al tiempo que soltaban toda una serie de insultos humillantes, mientras le vaciaban la mochila esparciendo todos sus libros por debajo de los coches. Uno de ellos le pasó la bota por la cara reventándole la nariz, mientras otro empujaba su hombro hacía abajo con intención de aplastarlo. Y cuando ya estaba totalmente en el suelo, con un pie puesto en la cabeza para que no la moviera, sintió el aliento de uno de ellos en su oído mientras le decía:

He pensado que como esto se lo cuentes a alguien ¡te rajo! ¿Me entiendes? Y a ver si vas trayendo para mañana alguna joyita de oro que tengas de tu mamita guardada por algún joyero viejo. Seguro que dejó más de una.

Alberto estaba consternado al ver cómo estaba pasándolo su amigo. Sentía un fuerte poder de venganza en su interior y sujetaba con fuerza el móvil para no perder detalle. El material no tenía desperdicio.

Acto seguido los dos amigos se fueron a urgencias y Miguel fue atendido. Cuando el médico le preguntó cómo se había hecho aquello, Miguel dijo que lo habían agredido en la calle y dieron parte a la Guardia Civil.

Alberto acompañó a Miguel a su casa, ahora el enfrentamiento debía hacerlo con su padre. El joven amigo decidió irse para que sus padres no estuvieran preocupados. Había llamado a su madre para avisar de su tardanza. Eran las 22:00 h. de un día entre semana. Demasiado tarde para un joven de 15 años. Miguel no solía llegar a esas horas. Era lógico que su padre estuviera inquieto.

Miguel abrió la puerta con prudencia. Desde la entrada un olor a agrio llegó a su olfato. Olía a vino barato. Tragó saliva y entró en el comedor. Una cortina de humo envolvía la silueta de su padre que se giró de forma rápida al verlo entrar.

¿Piensas matarme a disgustos desgraciado? —Su voz balbuceante era señal de que había bebido demasiado.

Papá, mañana te cuento, ahora estoy cansado, vengo de urgencias porque me he caído.

¿Te has caído? ¿Te has caído? ¡Te pasas el día cayéndote leche! ¡Mira a ver donde pisas, que pareces lelo! Tira hacerte la cena que yo ya he cenado. ¡Pilla lo que haya en la nevera que no he comprado nada!

Miguel llevaba la nariz hinchada y vendajes en los brazos. Estaba acostumbrado a llegar a casa y no encontrar nada en la nevera. De vez en cuando su tía, la hermana de su madre, iba a limpiar la casa y dejaba algo de comida que su padre nunca le pagaba. Se acostó dolorido y al día siguiente se presentó en clase vendado, tal cual lo habían hecho en urgencias.

Los cinco agresores se miraron los unos a los otros. Uno de ellos le hizo una señal con el dedo indicándole que le iba a cortar el cuello como no mintiera por lo sucedido. Miguel los ignoró y siguió con su plan. Cuando finalizó la clase fue a ver a su tutora para contarle todo lo que había pasado, a su lado su gran amigo con las pruebas grabadas en el móvil. Su tutora dio parte al Director del Instituto, debían ponerse en contacto con los padres de los agresores.

Cuando sonó el timbre en señal de haber finalizado el día de instituto, Miguel y Alberto salieron corriendo de clase. Al llegar a la verja Miguel descubrió la silueta de su padre apoyada en un coche esperándolo con aspecto de estar nervioso. La Guardia Civil había estado en su casa preguntando por Miguel y estaban citados para ir a declarar. Miguel le dijo a su padre que Alberto iría con ellos porque era testigo de todo lo que había pasado.

¿Qué cojones es todo esto Miguel?

Papá, será mejor que escuches todo lo que he estado intentando decirte estos meses y tú no me has hecho ni caso, pero cuando lleguemos al cuartel.

Miguel miraba a su padre a los ojos. Nunca se había atrevido a mirarlo así, con seriedad pero con respeto, como siempre le había tenido.

La estatura del Guardia Civil era sorprendente. Con el uniforme todavía imponía más su presencia.

Nos han citado para declarar porque ayer estuve en urgencias. Me agredieron unos chicos del instituto, traemos las pruebas. Mi amigo lo grabó todo, está en el móvil.

Explicaron todo lo sucedido, dieron descripciones y nombres, rellenaron un formulario, entregaron la prueba de la agresión: ¡El revelador móvil! y firmaron la denuncia. Antes de firmarla el Guardia preguntó:

¿Sois conscientes de que estáis denunciando y van a ser citados a declarar?

Y los dos al unísono dijeron:

¡Si, somos conscientes!

El Guardia Civil los miró a los dos, luego miró al padre de Miguel y añadió:

―Tiene un hijo muy valiente, si esto se hiciera más a menudo, otro gallo cantaría. Siéntase orgulloso, ahora su hijo lo va a necesitar más que nunca.

El rostro del padre era de asombro. Después de escuchar todo lo que le había sucedido a su hijo, sintió vergüenza. Pensó que no había estado a la altura de un padre que debe hablar con su hijo, protegerlo y quererlo. Entendió que después de fallecer su esposa, necesitó hundirse en el alcohol, sin advertir el peligro. Al llegar a casa se sentó con su hijo y le confesó sus errores.

Miguel, hijo, voy a ir al médico para que me ayude a superar este problema que tengo con la bebida. El médico me dirá donde tengo que ir… no sé, alguna asociación de alcohólicos… estoy hecho un lío. Necesito que me perdones, no me he dado cuenta de lo solo que estas… ¡Voy a matar a esos desgraciados!

―No vas a matar a nadie papá. La Guardia Civil o la Policía saben lo que tienen que hacer. Nosotros tenemos que ir al Instituto porque mi tutora y el director van a citar a esos chicos, si no los han citado antes en el cuartel. Se va a montar una gorda, papá. Desde que la mamá no está con nosotros, todo es un caos. Tú bebiendo y pasando de todo. Ni siquiera hay comida en casa, yo no puedo vivir así y tú tampoco. No te lo he dicho nunca papá, pero ¿sabes? creo que la mamá tiene algo que ver con todo esto. Desde donde esté ha hecho todo esto para que tú despiertes y estemos unidos. Ahora sólo estamos tú y yo.

El padre abrazó a su hijo. Le sorprendió la madurez con que Miguel le hablaba. Algo había  cambiado en sus vidas.

Efectivamente, la guardia civil se personó en la casa de cada uno de los cinco jóvenes sin valores. Los padres de estos chicos fueron citados conjuntamente con sus hijos. La guardia civil intervino de forma rápida, con discreción. Era un caso claro de acoso escolar también llamado bullying. Al ser menores de edad el caso pasó a la Fiscalía de menores, responsable de la investigación para valorar los hechos y ver su alcance penal, así como proponer medidas cautelares disciplinarias, vigilancia específica para los acosadores, programas de modificación de conducta y otras normas y compromisos que los acosadores deben cumplir para que estos sucesos no vuelvan a repetirse. El fin es la convivencia pacífica entre ciudadanos. Y eso es lo que debe ser, el sentido común colectivo.

Se considera que existe acoso escolar cuando un niño, adolescente o joven recibe un continuo y deliberado maltrato verbal, físico y/o psicológico por parte de uno o varios compañeros que se comportan con él cruelmente con el objeto de someterlo, apocarlo, asustarlo y/o amenazarlo, atentando contra su dignidad. El acoso escolar puede llevarse a cabo mediante las siguientes conductas:

  • Coacciones.
  • Agresiones físicas y/o verbales.
  • Comportamientos de intimidación y amenaza.
  • Comportamientos de exclusión, marginación social y ninguneo.
  • Robos, extorsiones, chantajes y deterioro de pertenencias.
  • Utilización de internet, mensajes de móviles, etc. Con la intención de hacer daño (envío masivo de correos electrónicos, difusión de imágines sin consentimiento del interesado…).

Miguel había ganado. Había conseguido algo muy importante: recuperar su autoestima, pero sobre todo su dignidad como persona. A partir de aquel momento su vida cambió. Ya no tuvo miedo. Su padre decidió ir a la consulta del médico y hacer terapia para dejar el alcohol y superar la pérdida de su esposa. Todo tardó un tiempo, pero fue un tiempo necesario.

Gracias por tu atención

REGLAS BÁSICAS DE LA CONVIVENCIA

¡Empieza Tú!

¿llegas? ……………………………… saluda

¿te vas? …………………………….despídete

¿recibes un favor? ………… agradece

¿prometes?  ………………… cumple

¿ofendes? ………………….. discúlpate

¿no entiendes? …………….. pregunta

¿tienes? ……………………. comparte

¿no tienes? …………………. no envidies

¿ensucias? …………………. limpia

¿no te cae bien? ……….…… respeta

¿amas? …………………….. muéstraselo

¿no vas a ayudar? …………. no estorbes

¿rompes? ………………….. repara

¿pides prestado? …………… devuélvelo

¿te hablan? ………………… contesta

¿enciendes? ……………….. apaga

¿abres? ……………………. cierra

¿compras? ………………… paga

Los Valores del Respeto Alicia Catalá CEP

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Día Nacional del Niño con Cáncer

Sandra Luján Murciano

¿Conoces el lazo dorado? El lazo dorado compara la fortaleza y resistencia de los niños con cáncer con el mismo oro. Muchas asociaciones quieren dar visibilidad a este color para que la sociedad llegue a concienciarse y tenga el mismo reflejo que tiene el color rosa para el cáncer de mama o el rojo para el VIH.

A petición de la Federación Española de Padres de niños con Cáncer, el Ministerio de Sanidad acordó la declaración como Día del niño contra el cáncer el 21 de diciembre.

Se trata de la causa de mayor mortalidad en los niños entre los 5 y 14 años y la segunda causa entre los niños de 15 a 24 años, después de los accidentes.

El Día Nacional del niño con cáncer quiere concienciar a la sociedad de esta enfermedad, para ello se realizan actos por las asociaciones de familias de niños con cáncer de toda España, y recordando que el cáncer infantil es curable casi en un 75%.

El cáncer se produce por un crecimiento de células anormales que se multiplican sin control en cualquier órgano o tejido y que pueden pasar a otros órganos próximos o, a través de la sangre, a órganos más distantes, produciendo lo que se denomina metástasis.

El cáncer infantil no es una sola enfermedad, en realidad, está constituido por un conjunto de tumores diferentes, que tienen distinto tratamiento y distinto pronóstico y pueden afectar a cualquier órgano o tejido.

En España, el Consejo Interterritorial del Sistema Nacional de Salud (SNS) aprobó, con la participación de todas las Comunidades Autónomas, la Estrategia en cáncer del SNS. Es una herramienta de planificación que establece los objetivos y las recomendaciones para conseguirlos, y presta especial atención a la atención de los procesos de cáncer en la edad infantil y juvenil. La atención de estos procesos debe ser integral, incluyendo información, tratamiento completo, atención psicológica al niño y a su familia, y apoyo social.

Cada Comunidad Autónoma tiene sus dispositivos de atención al cáncer infantil, y para aquellos tipos de cáncer que lo requieren por su especificad, se establecen centros, servicios y unidades de referencia a nivel nacional, que están registrados en el Ministerio de Sanidad, Política Social e Igualdad.

En este día, recordemos a todos los niños que han pasado o pasan por este proceso de enfermedad, seguro que tú, lector/ra, conoces de alguna historia de un niñ@ que padece esta enfermedad, bien sea por un vecino, un libro, un familiar, un documental, algún niñ@ con el que te cruzas por la calle… ¿qué podemos hacer?,  ayudémosles a focalizar la energía no en luchar contra algo, porque luchar contra algo implica un desgaste de energía, una guerra de poder. ¿Y si probamos a trabajar todo aquellos que uno puede hacer ante lo inevitable? Aprender a convivir con la enfermedad hasta que conseguimos encauzarla para sanarla, para darnos una tregua, o para vivir dueños de nuestra vida hasta morir en paz si ese ha de ser el final. Potenciar todo lo que ellos pueden hacer para fortalecer cada rincón de su yo, de su actitud y de la esperanza. Cuidar sus aspectos emocionales, mentales, físicos, espirituales. Continuamente nos dan lecciones de fortaleza y serenidad, de alegría y risas a pesar del sufrimiento y de motivos para decir Sí a la existencia a pesar de todo. La fuerza no está en la lucha, está en la luz de sus corazones. Acompañemos con amor y con la vista puesta al frente, manteniendo la dignidad, sosteniendo la vida en cada momento presente.

Yo luzco un lazo dorado hoy, ¿y tú?

Día Nacional del Niño con Cáncer - Cáncer infantil

SECRETOS DEL ALMA | ¿Por qué ocupas mi mente?

Música cortesía de: Fernan Birdy/Relax Music

La psicoterapeuta esperó a Damián con la puerta abierta. Por el sonido de los pasos podía intuir el estado anímico de la persona que acudía a su consulta.

No se escuchaba nada. El silencio inundó la escalera. Parecía que no subía nadie. Y sin imaginarlo, surgió de la nada una sombra. Damián era un joven de 19 años, de pelo corto y alborotado. En sus orejas brillaban varios piercings de aros plateados. Sus modernas gafas ofrecían en su rostro un cierto toque de intelectualidad. Su mirada andaba entre tímida, preocupada, triste e insegura. En su mano derecha un folio enrollado a modo de pergamino.

—Buenas tardes Damián, por favor, puedes pasar al despacho. ¿En qué te puedo ayudar?

—Vengo destrozado, obsesionado… me cuesta entender cómo es posible que una persona que ya no está en mi vida ocupe tanto mi mente. Y no tengo forma de quitármela. Me dejó mi novia. Después de un año de relación. Ni tan siquiera sé el motivo. Sin más recibí, hace un mes y medio, un WhatsApp que decía que lo dejáramos, que ya no me quería, que no se había atrevido a decírmelo a la cara… y yo sin entender nada… ese fin de semana habíamos estado muy bien juntos…

—¿Cómo reaccionaste ante el mensaje?

—Me quede de piedra. La llamé, no lo cogió. Me empezó a entrar una ansiedad tremenda, palpitaciones, sudoraciones… no podía respirar bien. La veía en línea por WhatsApp y le escribí diciéndole que de qué iba, que por qué no me cogía el teléfono y que las cosas así no se hacían. Que yo merecía una explicación.

—¿Qué edad tiene esta chica Damián?

—18 años.

— ¿La has vuelto a ver?

—Sí, me refugié en mis amigos que me decían que no valía la pena estar así por una niñata. Que seguramente me dejó por otro y que tías así… cuanto más lejos mejor. Pero yo no puedo… yo no la veo niñata y me duele que me digan que se ha ido con otro. Yo no lo sé y no voy a juzgar algo que no he visto.

—¿Qué personalidad tienes? Me refiero a cómo te definirías.

—Soy una persona muy noble y sensible. Yo cuando quiero a alguien me desvivo por esa persona. Soy romántico y apasionado, pero también me gusta la soledad. Un buen escritor se enamora de la soledad.

—¿Escribes?

—Sí, escribo para calmar mi alma, para expresar lo que siento de la vida. Escribo cuando me siento incomprendido. De repente, sin yo querer… fluyen en mi cabeza miles de palabras que toman sentido rápidamente y cómo si mis dedos fueran guiados por los sentimientos, tal cual hilos de marioneta, plasmo lo que siento.

La psicoterapeuta observó que Damián había dejado encima de la mesa el folio en forma de pergamino que llevaba en las manos al entrar. Estiró su brazo y abrió la mano con la palma hacia arriba en posición de pedir.

—Me traes algo, ¿verdad? Sabes que es más fácil que te comprenda si entro en tu mente a través de tu escritura. ¿Me permites entonces que lo lea?

Damián deslió el folio con cuidado, repasó su escrito por encima como temeroso de no haberse expresado bien al escribir. Y tímidamente entregó lo más profundo que llevaba; su dolor.

La psicoterapeuta se colocó las gafas y leyó en voz alta:

“No queda nada, se ha roto el último plato, el vaso se rebasó hace tiempo. En el pecho, un vacío inmenso, una presión insalvable, una quemazón más propia del infierno que del interior de un pobre necio. En las manos, un tímido temblor y la sensación de no volver a tocar nada cierto. En la garganta un nudo que me ahoga y unas letras cruzadas que hacen que cada palabra que sale de mi boca sepa a ellas. En los ojos la amargura más sincera. En la cabeza un martillo, un látigo, un castigo, la soledad más acompañada, el gris más apático. Mi imaginación ahora es veneno, mis recuerdos el amigo que mientras te abraza te apuñala por la espalda; y también en mi cabeza, la sensación de no saber dejar de querer, de no llevar bien echar de menos y la añoranza de no poder dar las buenas noches, a lo que siempre fue un sueño”.

—No sabes cómo parar tu mente. No sabes por qué sigue en tu cabeza. No sabes por qué te dejó de querer. Pero sí sabes quién eres, cómo eres y lo que sientes… eres capaz de escribirlo. También sabes dónde ir cuando no puedes solucionar las cosas solo y en quién confiar tus secretos. ¿Qué es lo que fue dañado cuando ella te dejó? Porque yo veo a un joven con bastante seguridad para la edad que tienes. Veo a un joven que sabe de qué personas rodearse, a quién elegir para su vida. Veo a un joven con una filosofía de vida y unas ideas diferentes a la sociedad que se está formando en el presente. ¿Qué fue dañado?

Damián se quedó pensativo. Se tocaba las uñas como buscando una punta de donde tirar.

—¿Mi ego? ¡No!

—¿Tu ego no? Si aceptas que te haya dejado entonces no es tu ego. Hay personas que piensan que reúnen muchas condiciones para enamorarse de ellas y no entienden cómo es posible que dejen de quererlas. ¿Es esto lo que te puede estar pasando a ti?

—No. A mí no me pasa eso. Es que hay algo que no entiendo y es el por qué. ¿Es que no me ha querido?

—¿Quererte? Claro que te habrá querido. Seguramente ha sido un problema de falta de compromiso. Hay jóvenes que aun queriendo a alguien no quieren atarse a esa persona, necesitan volar y esto debes aceptarlo.

—Si… debe ser que no ha querido comprometerse del todo… pero el problema está en cómo me la quito de la mente. No hago más que mirar Facebook, Instagram… y eso me pone malo.

—No me extraña, te estas convirtiendo en un masoquista. Debes obligarte a no entrar en redes. Es una forma de envenenarte lentamente. Cuando nos dicen adiós y no nos lo esperamos, sufrimos un dolor emocional intenso porque a partir de ese momento debemos enfrentarnos a adaptarnos de nuevo a otro estilo de vida y echamos de menos lo que teníamos antes. Te enamoraste de una joven que ha formado parte de tu vida un tiempo. Posiblemente idealizaste la relación. Debes reconstruirte, centrarte en ti, limpiar emociones. No te culpes, cada uno decide qué hacer con su vida, ella decidió salir de la tuya, ten calma contigo mismo.

Damián siguió asistiendo a sus terapias para fortalecerse psicológicamente. Cada momento amargo que pasaba le hacían volcarse de una forma mágica en la escritura creando auténticos poemas de amor con sabor a metal.

Una tarde, cuando ya habían pasado los meses y Damián empezaba a encontrarse en su equilibrio emocional, recibió una llamada de la joven. Quería verlo, necesitaba hablar. ¿De qué? De nada. Él accedió. Se dejó llevar por el deseo más que por su mente y huyó de los consejos de sus buenos amigos que le indicaban que no fuera a verla, ya que después el dolor sería mayor.

Y aun sabiendo que el sabor amargo de aquel trago iba a perdurar, se dejó llevar hasta que su mente dejó de confundirse, sintiendo que aquellos besos eran el adiós más intenso que jamás había experimentado. No quiso ver que ella solo quería un “momento” de amor para después susurrarle entre sábanas que había conocido ya a otra persona.

Días después Damián acudió a la consulta con un nuevo pergamino en las manos. Unas notas escritas que ofrecían su alma al desnudo.

“Tengo la sensación de que voy a estar enamorado de ella toda la vida, y que ella, haga lo que haga y me trate como me trate, siempre tendrá mi indulto. Siento que me tiene maniatado del corazón a la cabeza. Me siento solo, vacío, un gilipolla, incompleto, incomprendido y a veces hasta despreciable. Soy el mayor idiota que ha pisado el mundo. Daría mi vida por una persona que prácticamente me usa de pasatiempo, como si fuese solo una herramienta para su entretenimiento. Solo alguien que le sube la moral y la cuida cada vez que ella lo necesita. Me siento un completo esclavo, un esclavo que va a morir cada día a las mismas cadenas, un esclavo que sangra lágrimas pero que se ha enamorado del látigo”.

A partir de este momento Damián retomó su realidad, volvió a centrarse en sus estudios, recuperó su autoestima… le sirvió el látigo del que se había enamorado, le sirvió para crecer. Siguió escribiendo como mecanismo contra el dolor y sus poemas avanzaban en el tiempo cambiando del sabor amargo a ese dulzor agradable que en muchas ocasiones aporta la vida.

¿Por qué ocupas mi mente? Secretos del Alma

LOS CAMBIOS DE MARTINA | La Decisión (Cap. 1)

Esa mañana, antes de ir al Instituto, Martina se encontró con su madre en la puerta de la habitación con los brazos en jarra y con cara de pocos amigos. La voz de su madre tenía un tono desagradable, estaba hasta las narices de tener que repetir y repetir a Martina todos los días lo mismo:

―¡Levántate, haz la cama, ventila la habitación, recoge tus cosas, dúchate, acuérdate de dejar lo que desayunes en la pila, ¿terminaste los deberes anoche? baja a por el pan para el almuerzo, ya estás tardando…!

¡Por Dios, todos los días lo mismo! y de fondo se oía la música de los chicos de One Direction mientras Martina ponía una de sus caras de «buf». Ella los llamaba “suspiros del alma”. Pero ese día era especial, Martina se miró fijamente en el espejo mientras se arreglaba y recordó al chico que la tarde anterior hizo que se le dilataran las pupilas y que su ritmo cardiaco se acelerara.

Alan era un joven de su clase, ya tonteaban desde el principio de curso y ya habían pasado dos meses desde que comenzó 2º de Bachiller. Mirada va, mirada viene. Hasta que la tarde famosa, Alan decidió decirle a Martina que le gustaba. Ella tímida y graciosa le contestó que sentía lo mismo y se besaron.

Mientras esa mañana Martina se miraba en el espejo, decidió cambiar. Se había besado con algunos chicos desde más jovencita, pero Alan era especial. Ahora tenía 17 años, a punto de cumplir sus 18. Sentía algo muy diferente que no sabía explicar. Fue la forma de tratarla, sus delicadas manos presionándole delicadamente sus mejillas y sus labios frescos, lo que le habían hecho sentir una emoción intensa.  Para el cambio tenía que dejar de comportarse como esa criatura rebelde  a la que su madre estaba gritándole continuamente y con razón. Verdaderamente era un desastre y ya no podía seguir así. Esa noche, empezó su plan: tomar consciencia y despedirse de la niña Martina para dar paso a Martina como mujer.

LOS CAMBIOS DE MARTINA | El búho sabio (Cap. 2)

Justo cuando se gira para cerrar la ventana que había permanecido abierta para que se ventilara la habitación, tal cual había pedido su madre, aparece un búho de un tamaño no muy grande. Le llamó mucho la atención que a pesar de cerrar la ventana siguiera apoyado en la repisa. Martina volvió abrir las puertas, dejó entrar al búho en el habitáculo, cerró las ventanas para que no escapara y se sentó a contemplar la belleza de su plumaje.

Y de repente, en su mente, empezó a escuchar una voz. Fue algo impresionante, por lo menos así se quedó Martina: impresionada. No sabía si estaba iniciando un proceso de locura o que verdaderamente el búho hablaba.

―Me llamo Sabio, soy el encargado de hacer cumplir tu petición de cambio, yo soy tu guía. Martina empezó a pellizcarse para comprobar que estaba despierta, y sí lo estaba. Muy sorprendida se dejó llevar por la fantasía y decidió saber más sobre el animal y su magia.

―Si tú eres mi guía, también puedes saber cosas que me van a pasar.

―Es posible ―contestó Sabio.

―Bien, pues hace mucho tiempo que tengo una gran ilusión y me gustaría comprobar si tienes esa capacidad, ahí va la pregunta ¿voy a conocer alguna vez a los chicos de One Direction, mi grupo preferido?»

―Anda que tú también… vaya preguntita que me haces para ser la primera vez que nos conocemos, pero como dudas de mí hoy sólo te diré que conocerás a unas personas que te llevarán a conocerlos, ahora bien, tendrás que pasar una prueba: sólo los conocerás si empiezas cambiando toda tu habitación que ahora la tienes hecha un desastre porque no le haces caso a tu madre y te piensas que los demás están a tu entera disposición. Piensa que si no la arreglas tu madre siempre estará enfadada contigo y eso impedirá que conozcas a estas chicas que te llevarán a conocer a tu grupo preferido, ¿lo captas?

―Ok, Sabio, te he captado perfectamente, por lo tanto ¡manos a la obra!

―¿Por cierto Martina? ¿Qué edad tienes?

―¿Por qué me lo preguntas?

―Por la pregunta, la veo un poco infantil, pero también entiendo que teniendo tu edad no es lógico tener la habitación como la tienes… entonces comprendo que hagas esas preguntas. Cuando te responsabilices de tus cosas harás preguntas más inteligentes.

―Oye, pues tengo 17 años. Tampoco te creas que tener 17 años es estar en la cima de la madurez, espabilado.

―Mira la niña… que cuando quieres bien que hablas como una mayor.

De esta forma fue como Martina organizó, limpió, ordenó y perfumó su habitación, lo hizo pensando en con lógica. Ella había decidido cambiar y así empezó. Como también sabía que al cambiar ella su actitud empezaría a cambiar su vida.

LOS CAMBIOS DE MARTINA | La coincidencia (Cap. 3)

La habitación había quedado como nunca. Impresionante fue el término que utilizo su madre al entrar. Ya la tenía ganada para poder ir esa tarde a ver un rato a Alan y también poder encontrarse con sus amigas.

La tarde era espléndida, hacía un sol de noviembre estupendo. Sobre las cinco de la tarde Martina se arregló de una forma especial para encontrarse con Alan. Todavía tenía en sus labios el sabor fresco del último beso. Agradeció en su interior que Alan no fumara y sonrió para sus adentros de una forma un tanto pícara. Al mirarse en el espejo comprobó que los pantalones le venían un tanto grandes, había adelgazado y eso a ella no le sentaba nada bien. La delgadez la volvía débil, insegura, poca cosa. Ella estaba acostumbrada a sus caderas, sus muslos formados y sus hombros redondeados, le gustaba hacer deporte. En un ataque de rabia contra la sociedad que no hace más que calentarle la cabeza con la imagen que hay que tener para ser bella, decidió salir en pijama, harta de tanto anuncio para conseguir gustarle a un chico, pensó en que no se iba ni a peinar. Pero una vez estuvo en la escalera, le entró un brote de sensatez y volvió a subir a su cuarto sonriente por la escena que había montado. Se apretó el vaquero para que no se le cayera, se puso su mejor y camisa y con aire desenfadado se lanzó a la calle, a la gran aventura, que después se transformaría en «la coincidencia».

Quedaron en un parque cercano a su casa. Sus miradas se cruzaron por un instante, hablaron con los ojos. Ella interpretó que él le decía lo guapísima que estaba y él interpretó que ella le decía que era feliz. Fueron al cine a ver la película «Los Miserables». Apenas se habían sentado, Alan le cogió la mano, luego la cara y luego la besó. Ella se dejó llevar hasta el final de la película. Y con un tono de broma le dijo: «anda, que pagar para besarnos…». Rieron juntos y Alan se despidió de ella acariciándole el pelo.

Buscando a sus amigas, que estaban en el teatro viendo «La Bella y la Bestia», Martina coincidió con una de ellas que iba acompañada de otra joven. Cuál fue su sorpresa, cuando su amiga le presentó a su compañera diciéndole:

―Martina, esta es mi prima Marta, su hermanastro va a tu clase y se llama Alan, ¿por casualidad lo conoces?

Martina se quedó estupefacta, no daba crédito a lo que estaba pasando. Ella no le había comentado a sus amigas los encuentros que estaba teniendo con Alan. Titubeando dijo:

―Sí, es un chaval formal que se sienta justo detrás de mí, no sabía que tenía una hermanastra que fuera tu prima!

―Ya ves ―contestó Marta― que alegría le voy a dar a mi hermanito cuando le cuente que he conocido a alguien de su clase y que encima piensa que es un chaval formal, ja, ja. ¿Formal mi hermanastro?

La mayor sorpresa surge cuando Marta le propone apuntarse a un concierto que van a dar próximamente los One Direction en la ciudad de al lado. Que su padre les lleva en coche y las trae, que también se encargarán de hablar con los suyos y que tienen un enchufe en los 40 principales para poder conseguir pases gratis y encima tener la oportunidad de verlos personalmente.

En ese instante, Martina recordó a «Sabio». Recordó lo que le había dicho que le sucedería. Volvía a no dar crédito a lo que le estaba sucediendo. ¿Qué pasaría después?

Aceptó encantada. Pero, ¿iría también Alan al concierto?

LOS CAMBIOS DE MARTINA | Aprendiendo valores (Cap. 4)

Martina continuó pensando en muchas cosas, acostada en la cama, tumbada boca arriba, en estado de asombro, con la mirada fija en la lámpara de colores que cuando tomó la comunión su abuela se empeñó en regalarle. Habían pasado los años y la lámpara seguía en el mismo sitio, pero su mente no. Tenía que tener el suficiente espacio en el cerebro para unos cuantos temas; el próximo examen de química,  Alan tocándole el pelo en la despedida del último día y la escenita de la prima de su amiga que resultó ser la hermanastra de su escondido amor y cómo no… el concierto. ¡Horror! Debía cumplir fielmente con sus responsabilidades en casa si quería que sus padres le dejasen ir. Se le amontonaba la vida. Vaya lío y ella tirada en la cama. Había una voz en su mente que le decía: «levántate, levántate, ya está bien de hacer el vago, debes estudiar, debes preparar el examen de mañana, déjate de chorradas de amoríos y otras hierbas! Y otra voz que le atormentaba  recordándole lo bien que se estaba en el sofá”. En un impulso sobrecogedor Martina saltó de su escondite y se incorporó apartándose el pelo de la frente con la intención de pensar con mayor claridad.

―¡Hola, ¿me recuerdas? ― El Sabio hacía acto de presencia de nuevo en la ventana. — Martina, se quedó observándolo al tiempo que le contaba de forma precipitada todas las aventuras del último día.

―Ya veo que te va pasando todo lo que te voy diciendo que te pasará, también veo que estás arreglando tu habitación y que acabas de pensar en ponerte a estudiar, cosa que ya deberías haber hecho hace días… en fin, lo importante es que ya hayas tomado consciencia de ello y te pongas manos a la obra, ahí sí que no te puedo decir las preguntas del examen.

Martina lo miró sorprendida y añadió:

―Pues yo creía que lo sabías todo y que hasta sabías las preguntas… ¿no será que sí las sabes y no me las quieres decir?

―Ja,ja, pues claro que las sé y es cierto: ¡no te las voy a decir y no insistas listilla! Bueno, que te decía que últimamente estás poniéndote en marcha, sobre todo porque a tu madre ya no se le oye gritar por los pasillos.

―¡Anda que no!, pues no la oirás tú, porque yo… yo sí que la oigo y no precisamente decirme cosas bonitas, pero tengo que reconocer que cuando me dice lo que me dice es porque tiene razón, pero te aseguro Sabio, que estoy en ello, vamos que si estoy…

―Bien Martina, hoy debo hablarte de algo importante para tu formación y tu cambio. Te voy a hablar de Los Valores. Atenta porque en la etapa de la adolescencia los jóvenes tenéis muchos cambios, hay chicos y chicas a las que se les notan más que otros, pero todos cambiáis, tanto física como mentalmente. Cambian tus puntos de vista, tu personalidad, tu carácter con los amigos, con la familia, con los estudios… tu cuerpo… ten en cuenta que la influencia de los amigos, de la televisión, de internet y de la misma sociedad produce alteraciones importantes porque esas influencias pueden ser negativas. Bien porque seas una ignorante y te lo creas todo o por falta de valores. Y aquí viene la lección de hoy, te voy hablar de los valores de la Amistad. En un grado mínimo puedes encontrar una amistad basada únicamente en compartir momentos de diversión, de ocio y en un grado alto, hablaríamos de compartirlo todo, problemas, historias…  Para que una amistad puedas considerarla “amistad” debes tener en cuenta el sentido común, debes saber elegir a tus amistades. Debes tener flexibilidad, que es el ser amable y saber ponerte en el lugar del otro. Es importante la comunicación pero no por ello debes contarlo todo y debes respetar lo que te cuenten sabiendo guardar las confidencias, los amigos no murmuran, se ayudan. Y por último debes saber agradecer siempre. La palabra “gracias” unida a una bonita sonrisa te abrirá muchas puertas.

Martina estaba absorta, atenta, ilusionada con todo lo que Sabio le estaba enseñando y que ella iría poniendo en práctica.

LOS CAMBIOS DE MARTINA | Hablemos de amor (Cap. 5)

Era una mañana de domingo, desde el último día en que Sabio le habló de la Amistad, no había sabido nada de él y estaba preocupada. Se sentía sola, chispeaba y un ligero toque gris reinaba en la ciudad entristeciéndola por completo. Un toque de romanticismo llenó su habitación. Martina había decidido dejar la ventana entre abierta para que pudiera volver Sabio a saludarla. Necesitaba saber más. Todavía estaba un tanto asustada de todo lo que le estaba pasando y lo que tenía bien claro era que Sabio le iba a proporcionar más detalles y disciplina sobre su nuevo estilo de vida.

Martina tenía una pregunta muy intrigante en su mente. ¿Qué era el Amor y cómo mantenerlo? Ella estaba enamorada de Alan, habían pasado muchas horas juntos desde el beso en el cine. Uno de los encuentros más alucinantes que había experimentado Martina con Alan fue cuando él la invitó al concierto de “Antonio Orozco”. Impresionante actuación, también era uno de los ídolos de Martina. Durante el concierto, Alan le cantaba al oído las letras de sus canciones mientras ella absorbía cada instante de la escena. Entre besos y caricias los jóvenes sellaron su amor y ahora Martina sólo quería saber qué podía hacer para que aquello no acabara nunca.

Apenas lo estaba pensando y como por arte de magia apareció Sabio asomando sus grandes ojos por la ventana.

―Querida Martina, ya veo en qué entretienes tu mente, pensando en tus amores, que no son pocos, porque te recuerdo que hace apenas unos meses estabas loca por ir a ver a los Auryn y ahora es Antonio Orozco y luego será… el caso es que el que tienes cerca se llama Alan, ¡ese sí que es de verdad! los demás son ídolos. Pero tú quieres saber qué es el Amor, ¿no?

―Bueno… la verdad es que esto del amor es algo intrigante, y más ahora que voy teniendo otra edad y pienso de forma diferente. Recuerdo que todo esto hace unos años me parecía la mayor chorrada del mundo, veía a mis amigas más mayores un tanto frikis… pero ahora que me ha tocado a mí… quisiera saber todas las estrategias posibles para que Alan siempre esté a mi lado.

El Sabio, mirando fijamente a Martina empezó su historia:

―Martina, es muy difícil saber amar, para aprender a amar, lo primero que debes saber es que debes quererte a ti misma, esto es lo que llamamos Autoestima. Si tú no te quieres, ni te aceptas, nadie lo hará. Amar, es comprender, apreciar, es ser fiel, querer, ocuparse de la otra persona, es estar pendiente del otro sin ataduras, sin agobios, sin recelos, es estar con alguien a quien realmente quieres y sientes y tiene que ser recíproco. La otra persona debe manifestar lo mismo por ti, el amor es más bonito así, queriendo y que te quieran. Para poder mantenerlo sólo debes entender que las personas no estamos todos los días igual, unos días tenemos humor, otros tenemos tristeza, otros indiferencia y otros problemas y todo ello hace que nos alteremos y lo más importante es saber escuchar y saber entender a la otra persona. Debes tener muchas cosas en común con tu chico, cosas que compartir, temas de qué hablar, pero sobre todo lo que más tienes que tener es «autoestima». Así es como se mantiene vivo el Amor. Los mayores enemigos del amor son los celos, el egoísmo y la incomprensión.

El amor es fabuloso, pero de la misma forma que llega, si no lo cuidas, se marcha, porque el amor no puede vivir en alguien que no recibe nada a cambio y cuando esto sucede busca otros brazos donde poder estar.