Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer

Miriam Ferrero Vilaplana

25 de noviembre como el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer

Vamos creciendo a lo largo de los años, sabemos qué día nacimos, hora, lugar… Pero en cambio, de la muerte no sabemos ni su hora, ni su día.

A lo largo de nuestra vida vamos teniendo acontecimientos positivos y negativos de los cuales obtenemos un aprendizaje.

¿Qué pasa cuando nuestra vida está en peligro? Nuestro cuerpo se activa para sobrevivir, se acelera nuestro corazón y se prepara, en ocasiones huye, otras veces se bloquea y muchas otras lucha, este mecanismo es lo que nos hace perpetuar la especie.

¿Qué ocurre cuando tu vida peligra porque te agreden? Que tu cuerpo no piensa en ese instante, solo actúa para VIVIR porque, aunque no se sabe la fecha de nuestro fin, mientras se vive, se vive con plenitud, esperanza, intensidad, con consciencia y disfrutando de cada momento.

Actualmente, los medios de comunicación nos muestran numerosos casos de violencia de género. Son muchas las mujeres que mueren y  otras muchas las que callan, por miedo, por culpabilidad, por no saber qué hacer ni a dónde ir; por sentirse juzgadas una y otra vez. Son tan intensas las emociones vividas, que son difíciles de digerir sola.

La escalada agresiva, como bien dice la palabra, empieza en un peldaño. En los primeros peldaños o peldaños más bajos, el maltratador empieza con: humillaciones, control, desprecio, mentiras, ignora, celos, bromas hirientes, grita, ridiculiza, pasando a otros peldaños, agredir “jugando”, destruir objetos personales, aislar, golpear, empujar, tirar objetos cerca de la otra persona, hasta llegar a los peldaños más altos: forzar a tener una relación sexual, violar, ahogar, amenazar de muerte o con armas, mutilar y asesinar.

La mayoría de las agresiones empiezan siendo agresiones psicológicas, que son las más difíciles de asumir o aceptar pero ahí están, perjudicándonos como ser humano, hasta que llegan las agresiones físicas.

Cuando ocurre una o varias agresiones, la víctima intenta dialogar con el maltratador y éste comienza a culpabilizarla por los actos. La víctima se siente y la hacen sentir culpable. Entonces perdona,  produciéndose la luna de miel y un periodo de vuelta a la “normalidad”. Y así un sin fin de veces, hasta que la persona que es agredida se pone a salvo o muere. Con un basta a tiempo, un NO y una retirada física y de contacto, se elimina el torrente continuo de agresividad, poniéndose a salvo la víctima.

Cuando la persona da el paso de no volver a ser agredida psicológica y/o físicamente, siente un tormento de emociones: confusión, culpabilidad, rabia, tristeza, miedo, impotencia, soledad, cambios físicos, dolores, pocas o muchas ganas de comer, dormir mucho o poco.

Todas estas emociones y sus consecuencias desencadenan un torbellino dentro del ser. Decir “hasta aquí” es un paso costoso, duro y amargo.

Las agresiones físicas son visibles por las consecuencias, pero las psicológicas no lo son, y son de igual importancia que las otras, son las que en cualquier momento te sabotean tu día a día y te recuerdan que están ahí hasta que las visualizas, las reconoces y acompañas.

Reconocer que te agreden y eres agredida es duro, pero sanador. Se produce una liberación emocional y espiritual, pones nombre y apellido a aquello que te ha ocurrido durante un tiempo determinado de tu vida, pero que hasta ese momento no has querido ver, por miedo, culpabilidad, juicios…hasta que decides VIVIR estando viva.

Durante todo el proceso es importante buscar ayuda de calidad, sustento sin juicios y recomponer esas partes de ti misma que estaban rotas, para poder vivir entonces esa vida que siempre, desde que naciste, deseaste vivir con plenitud y calidad, rodeada de gente que te respeta y a la que respetas por su  compasión y comprensión de sí mismos y de los demás.

Porque cuando se VIVE SE VIVE.

Dia Internacional De La Violencia Hacia La Mujer

SECRETOS DEL ALMA | Gotas de llanto

Música cortesía de: Fernan Birdy/Relax Music

Cuando la psicoterapeuta abrió la puerta de la sala de espera encontró a una jovencita de 13 años de cabello recogido y mirada fija ante un libro de lectura. A Celia le encantaba leer, devoraba los libros de una forma asombrosa para su edad.

—Celia, buenas tardes, disculpa que interrumpa tu lectura, pero es la hora de entrar a reflexionar, a poner la mente en marcha.

La joven adolescente se acomodó en un sillón porque el diván le incomodaba, no se sentía segura tumbada en él. Hacía ya algún tiempo que asistía a consulta y al principio le costaba entender porqué una persona ajena a su vida tenía que entrometerse en sus problemas simplemente porque era psicóloga. Y para colmo no podía ni protestar, había que ir sí o sí. Al pasar el tiempo, entre Celia y su psicoterapeuta se había producido un vínculo que resultaba beneficioso para la joven, llegando a bromear sobre la vida y las emociones de una forma muy natural. Las sesiones se pasaban muy rápidas y eso era significativo de que ambas estaban muy a gusto la una con la otra.

—Hoy hablaremos de los perfiles psicológicos de las personas que te rodean y del tuyo propio, así como de la percepción que tú tienes del ambiente donde vives. Vamos a aprender que las personas tenemos una percepción de cómo vemos el mundo y que cada uno tiene una percepción diferente. Tú me ves a mí de una forma y yo a mi misma me veo de otra. ¿Me captas la idea?

—Sí, tu quieres saber cómo veo yo el mundo que me rodea y principalmente como son mi madre y la pareja de mi madre. ¿Y el perfil? Eso no lo tengo muy claro.

—Bueno el término “perfil” se utiliza en muchos ámbitos, por ejemplo, en las empresas cuando van a elegir a una persona para que desempeñe un puesto de trabajo buscan un perfil determinado; es decir, que tenga unos rasgos en su personalidad. Cuando los criminólogos tienen que construir el perfil del criminal, lo hacen estudiando los rasgos de los posibles sospechosos. Es tremendamente interesante, ¿no te parece?

—La verdad es que sí. Más que interesante, de momento me resulta curioso.

—Usamos el término “perfil” cuando hablamos del conjunto de las características que reúne una persona y que determina su carácter, y su forma de ser ante determinados comportamientos en situaciones particulares y en la sociedad. ¿Ahora mejor?

—Sí, sí. Lo tengo claro. ¿Por quién empezamos?

—Si te parece Celia, empezaremos por ti. ¿Qué perfil crees que tienes? Ten en cuenta que para tener una idea clara de alguien hay que saber sobre la persona, su historia. Con un perfil podemos entender mejor a la gente, ¿sabes?

—Muy bien. Mi perfil sería el de una ¿adolescente? A la que le encanta sentirse diferente a los demás. A la que no le gustan las vulgaridades y le encanta la lectura y la cultura. De ideas claras. Una chica que crece, pero no sólo por fuera, también por dentro. Con un pasado crítico por haber vivido historias para no contar con un abuelo problemático ¿de perfil enfermizo? Y que quizás esas historias han hecho de ella una adolescente con miedos que intenta quitar de su mente con la lectura y con letras de canciones donde se siente muchas veces identificada.

Por su rostro corría un llanto silencioso. Dejó por un instante que su mirada se perdiera en un punto en concreto de la mesa, en unas pequeñas pirámides de cristal que recordaban a diamantes. Cogió una entre sus manos y añadió con lágrimas en los ojos:

—Yo soy como este cristal, frágil.

­La psicoterapeuta ojeo de forma muy minuciosa su bloc de notas como si buscara algo en concreto.

—¿Qué te ha emocionado tanto Celia?

—Describirme.

—¿Sabes qué nombre reciben tus lágrimas hoy?

—Sí, gotas de llanto.

Celia cerró los ojos por un instante. Quería escapar de una cárcel emocional. Tomó aire, suspiró muy pacientemente y añadió:

—Sí, yo siento un torbellino de ideas en mí interior que no puedo expresar por miedo, miedo a ser rechazada, a que no me quieran. Lucho contra mi cuerpo, lucho contra la vida… y al final para seguir sintiéndome incomprendida o sólo comprendida por una sola persona.

­—Gotas de llanto es lo que denoto en tu tono de voz, como si intentaras que alguien comprendiera el propio mundo que tú misma te estás creando y es peligroso, ¿sabes? Porque tú formas parte del mundo y no el mundo de ti. Ábrete a ver más allá, deja de encerrarte en que son los demás los que tienen que entenderte, atrévete a expresarte de otra forma… pero sobre todo… que tus gotas de llanto sean puras, de momento llevan un gran contenido de egoísmo esas gotas.

—¡Ah! ¿Qué soy egoísta?

—Habla de la pareja de tu madre y lo verás con claridad.

—La pareja de mi madre tiene un perfil de un hombre exigente, inteligente, soso, protestón e inconformista. Llegó a la vida de mi madre por las redes sociales, trayendo consigo a una hija con la que tengo que convivir. Encima es más pequeña y me imita. Cada cosa que hago, cada ropa que me pongo…ahí está ella… queriendo ser como yo. Yo estaba acostumbrada a estar con mi madre… las dos solas… y ahora mira dónde me encuentro… rodeada de unas personas que ni me van ni me vienen… y todo porque mi madre decidió enamorarse… ¡válgame las narices!

—¿No tiene nada bueno la pareja de tu madre?

—Hombre… ¿bueno… bueno?

Celia acariciaba el diamante de cristal mientras pensaba. Sus ojos delataban una mirada picaresca, con pequeñas pinceladas de maldad.

—Sí, ya sé que tiene bueno. El coche y que me compra cosas que me gustan, seguramente para ganarme.

—¿Te gana así? ¿Compra tu afecto?

—Sí, yo le sigo el juego porque me interesa, pero en mi mente sólo está que rompan la relación. Quiero volver a mi vida de antes, mi madre y yo solas. Es que no sé por qué narices se ha tenido que juntar con este tipo. De dos en casa, hemos pasado a ser cuatro.

—Pero bien que te beneficias con los regalos, ¿no? ¿Has pensado en la felicidad de tu madre en algún momento?

—Este es el egoísmo del que me hablabas, ¿verdad? Que sólo pienso en mí. Que tarde o temprano yo me iré a estudiar fuera y ella se quedará sola. Por eso mis gotas de llanto no son sinceras, no llevan compasión ni entendimiento… ¿qué llevan entonces?

—Llevan la adolescencia, llevan pequeños toques de miedo a que te quiten lo que más quieres… llevan ira y soberbia… posesión, incomprensión y unas pinceladas de inmadurez.

—¡Vaya por Dios! Te habrás quedado a gusto, ¿no?

—De todo lo que te he dicho que llevan tus gotas de llanto, ¿qué es lo que más te ha dolido?

—Las pinceladas de inmadurez. Ahí sí que me has dado. Porque yo me las doy de madura, pero ya veo que tras mi máscara de tigre se esconde un ratón.

La psicoterapeuta cerró su carpeta y finalizó la terapia diciendo: “buen análisis. Ahora llévate tus pensamientos y no permitas que caigan en saco roto. Una joven inteligente como tu debe recordar que aquél que analiza está condenado a madurar siempre. Bendita condena”.

secretos del alma

La gran importancia de los derechos de la infancia: bienestar y desarrollo

Pilar Gallur Gimeno

Los niños, esas personitas tan desprotegidas a día de hoy, que necesitan no sólo un día para ser mirados y valorados por los gobiernos, el día del niño es todos los días, y como adultos responsables tenemos que velar para que todos los niños tengan los mismos derechos, sean de un continente tercermundista o del primer mundo.

¿Qué está pasando en la sociedad? Vemos la televisión o el periódico y mayoritariamente nos informan de tragedias, violencia de género, bullying (acoso escolar), guerras, refugiados que en un pasado reciente vivieron como muchos de nosotros, tenían su casa, su trabajo, los niños iban al colegio, jugaban felices con la inocencia y bondad características de este periodo evolutivo, sin miedo y libres en la calle. Estos niños que soñaban con ser profesores, médicos, futbolistas, veterinarios…etc. Que soñaban con formar su familia y comprarse un barco grande, incluso algunos soñaban con tocar la luna cuando fueran mayores. Un día, los adultos, los gobiernos y los altos mandatorios hicieron que estos niños dejaron de sonreír, y la inocencia que les caracterizaba desapareció, y muchos cambiaron armas de juguetes por armas de fuego. Y así dejaron de confiar en el mundo y en los adultos. Estos niños son parte del futuro, serán los adultos que ahora tenemos en la sociedad, adultos que no valoran la vida, no valoran a las personas y no tienen nada que perder, pues ya lo perdieron todo en la infancia.

Otros niños que viven en un entorno familiar y social en los que la violencia física y verbal forman parte de la rutina diaria, donde los mayores ejercen abuso de autoridad y humillan a los niños porque piensan que para que un niño sea educado primero hay que hacerle sufrir.

Niños desprotegidos que son abusados de manera sexual por miembros de su propia familia, o gente de su entorno, niños y niñas explotados sexualmente que viven en las calles para vender su cuerpo, y nunca más jugaran con sus juguetes. Esto no es un hecho aislado, esto ocurre en muchos países y se está haciendo mucho trabajo para erradicar esta crueldad, pero no es suficiente ¿Qué está ocurriendo en el mundo? Y ¿qué hacemos nosotros para cambiar esta cruda realidad?

Los adultos, los gobiernos, etc. tenemos una gran labor para aliviar el dolor y la desprotección que sufren muchos niños del mundo. Tenemos que tejer una red de fraternidad o sororidad (en términos femeninos), para que estos niños vean el mundo más amable, sientan que tienen derechos y que son respetados y acompañados en su infancia. Una etapa por la que todos hemos pasado, y en la que el amor y la seguridad que los adultos nos podrían brindar, era más valioso que cualquier bien material que nos ofrecieran.

Fraternidad o sororidad es el afecto entre quienes se tratan como hermanos, el ser humano es un animal social, y tiene una necesidad grande de pertenencia grupal, de formar parte de algo, y los niños todavía más. Necesitan ser valorados, formar parte de la sociedad, y crear vínculos estrechos y respetuosos entre sus iguales, perteneciendo a la misma o a diferentes culturas, religión, países, diversidad sexual etc. Es crucial que los adultos les transmitamos esos valores de tolerancia, igualdad y compañerismo. Pues los niños de ahora, son el futuro y en nuestras manos está que crezcan fuertes desde las raíces de la educación, que sientan que son un todo, y que las guerras, la violencia, los abusos, etc.…no tienen sentido en el desarrollo de la especie, porque hemos tejido fraternidad o sororidad y somos un todo.

La gran importancia de los derechos de la infancia: bienestar y desarrollo. Niños jugando

Cómo seleccionar a un directivo

Son más del 90% en España las empresas medianas y pequeñas que absorben a más del 90% del personal que trabaja en industrias y comercios. Muchas de estas empresas tienen a familiares en puestos clave de la dirección. La mayoría de ellos han tenido estudios estrechamente relacionados con la dirección del puesto que ocupan.

En aquellos que poseen estudios Universitarios o de Escuelas de postgrado, la probabilidad de adquirir experiencia, es alta, si se preparan en las prácticas laborales. Nuestro centro, al igual que cualquier otro centro, no puede proporcionar esa experiencia, es personal e intransferible. Pero, sin embargo, sí podemos ofrecer «algo importante» para conocer a priori las cualidades naturales y adquiridas para conseguir los objetivos con mayor facilidad.

Los centros que se dedican a potenciar los conocimientos, hoy poseen buenos profesores. Pero no todos los centros están preparados para realizar diagnósticos con alto índice de fiabilidad.

Empresa es una unidad económico-social, integrada por elementos humanos, materiales y técnicos, que tienen el objetivo de obtener utilidades a través de su participación en el mercado de bienes y servicios.

Competencia profesional es lo que busca la empresa. ¡Exacto! Pero, hoy día, por encima de esa competencia, que es necesaria, está la competencia Psicoprofesional. La cuestión de fondo reside en la personalidad. Y ese conocimiento lo descubre la psicología. El problema es cómo.

Certeramente, la psicología posee medios de fiabilidad descriptiva, pero no todos los medios alcanzan el mismo nivel de utilidad. Ello es debido a las técnicas empleadas referidas a la personalidad. Hay técnicas sencillas que ofrecen una visión poco profunda, y métodos que presentan mayor grado. Y solo uno que se utiliza en colegios, clínica, procesos judiciales y recursos humanos, especialmente para la selección de directivos y especialistas ―los comerciales lo son― y personas elegidas para ascender a puesto de mayor responsabilidad o para cambiar de puesto.

Inteligencia; todavía se discute qué es. Nos unimos a quienes piensan que la persona inteligente, dependiendo del grado o nivel logrado en la prueba que utilizamos (Prueba Rorschach), es capaz de afrontar los problemas, deducir posibles soluciones, prever riesgos y tomar decisiones correctoras a los mismos con el fin de que el resultado se acerque al pronóstico que se persigue.

Obtener unos adecuados niveles de inteligencia depende de: la propia naturaleza (genética y herencia), la educación recibida, tipo de formación, ca­pacidad reflexiva (natural y adquirida para el cre­cimiento interno o madurez psicológica), experien­cia razonada desde el juicio coherente. El que posee un nivel alto de la calidad de la inteligencia tiende a mostrarse más humano que el poco inteligente. También es luchador con volun­tad de contribuir al bien social.

No obstante, el control emocional es la capacidad que tiene la persona para frenar los impulsos instintivos, afectivos y las reacciones emotivas, frente a situaciones frustrantes o de éxito; queda unido al crecimiento interno. Entendemos que un mayor con­trol consolida una mayor madurez psicológica. Por el contrario, un bajo control emocional es consecuencia de una regresión hacia lo infantil. Todo directivo de­bería tener un buen control emocional. Nosotros lo descubrimos.

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SECRETOS DEL ALMA | Querida Mamá

Música cortesía de: Fernan Birdy/Relax Music

El aspecto de Ángela era el de una joven de 16 años con la cabeza inclinada hacia el pecho como si sintiera una mezcla de vergüenza y enfado. Miraba al suelo. Parte de su rizada melena le cubría la cara por la posición. A su lado, su madre.

—Buenas tardes Ángela, me imagino lo incómoda que te sientes. Pienso que yo estaría igual que tu. De repente te ves en un despacho con tu madre y una desconocida que es psicoterapeuta y que te han dicho que hay que ir para hablar.

Ángela levantó la mirada y sonrió.

—Puedo ofrecerte una infusión. Verás que poco a poco te vas sintiendo cómoda. Mi misión es crear un puente entre tu madre y tú. Al parecer habláis idiomas emocionales diferentes. ¿Piensas que no te entiende?

La madre de Ángela permanecía expectante y en silencio. La psicoterapeuta le había informado que, hasta que ella no le diera paso, debería permanecer escuchando y sin intervenir.

—Mi madre no me entiende nada. Pero lo que es nada multiplicado por mil. No sé qué hago aquí. Yo no estoy loca.

—Aquí viene la gente que necesita despertar, ver la vida desde otro prisma. Gente que necesita que alguien le ayude a entender por qué su vida está siendo tan complicada y qué puede hacer para vivir mejor.

—Ah, pues entonces he venido al sitio indicado. Mi madre me hace la vida complicada.

— ¿Qué hace ella para complicártela?

—No me deja en paz. Siempre detrás de mí intentando averiguar mi vida. No me deja poner la tele comiendo. No me deja que llegue un poco más tarde a casa. Me persigue para que haga la cama. Me riñe si me maquillo, si me pongo falda corta. Si… me pasaría el tiempo diciendo si… si… A ver si tu puedes hacerla entrar en razón que ya no soy una niña.

— ¿Cómo es tu cuarto?

— ¿Mi cuarto? Pues normal ¿Por qué?

—En psicología decimos que la habitación de una persona representa su mente.

—Pues entonces mi mente está hecha un desastre porque así es como está mi habitación. Yo creo que si mi madre no me insistiera tanto yo la tendría arreglada. Pero a ver… ¿por qué tengo que hacer la cama si la voy a volver a deshacer por la noche cuando me acueste? Es que no lo entiendo. ¿Qué le pasa a mi ropa si está en la silla? ¿Por qué tiene que estar todo en su sitio?

—Vamos a preguntarle a tu madre por qué quiere que esté todo en su sitio.

La psicoterapeuta dio paso a la madre que estaba en silencio con los ojos tremendamente abiertos en gesto de asombro. Y con voz pausada respondió mirando a su hija:

—Bueno… no creo que sea pedir mucho que se cumplan unas normas en casa. No puedes llegar a casa y que te lo hagan todo, que lo tengas todo y tú no dar nada a cambio. Me parece una falta de respeto impresionante el que no colabores y sigas unas normas. Y tiene que estar todo en su sitio porque es la única forma de que haya un orden en nuestras vidas. Ah, y eso de que intento averiguar tu vida… ¡faltaría más! ¡Pues claro que intento averiguar tu vida… quiero saber qué hace mi hija, con quien va y de qué va! Para poder ayudarla si tiene problemas, para poder protegerla si ella no se da cuenta de los líos donde se puede meter y sobre todo porque quiero a mi hija, si no… te aseguro que me importaría tres rábanos lo que hicieras.

Ángela se quedó impactada de la reacción de su madre e intentó controlar las lágrimas que empezaban a formarse.

—Pero mamá… ¡es que no puedo vivir con tanto control!

— ¿A qué le llamas control? —preguntó su madre con los ojos todavía más abiertos que antes. — ¿Control es que te diga que arregles tu cuarto, que recojas las cosas en el aseo cuando has terminado de ducharte, que te ponga un horario de llegada a casa y que te pida que colabores en la cocina y en la casa? ¿Control es que te pida que cumplas un horario de estudio y que te planifiques? ¿Es eso control?

— ¡Pues sí! Es que estoy harta, no puedo hacer absolutamente nada que no supervises. A la hora de comer ni siquiera puedo ver un poco la tele, tenemos que estar hablando. Bueno… hablando… lo que se dice hablar… si hablar es que tú haces las preguntas y yo las contesto… Mamá eso no es ni tan siquiera una conversación, es un interrogatorio. Solo me falta que me pongas el foco de luz en toda la cara.

En este momento intervino la psicoterapeuta que había permanecido en silencio observando cómo madre e hija intentaban comunicarse.

—Una buena comunicación entre madre e hija es aquella donde cada una expone lo que piensa sobre algo o cuenta algún suceso del día, pero lo cuentan las dos. Referente a no ver la tele podríais llegar a un acuerdo que os beneficie mutuamente. Un día hay tele y otro día charla. De esta forma las dos ganáis. Ángela, dale la oportunidad a tu madre de poder entrar en tu mundo, ten paciencia que ella la tiene contigo. Tu madre ha sabido exponerte muy acertadamente los motivos por los que es necesario un orden en casa, unas normas que cumplir y un método para poder vivir de una forma más cómoda para todos. Debes contribuir al bienestar familiar. Debes cumplir con las normas establecidas. Estos son los límites que los padres debemos marcaros. Imagina que vas por una carretera de noche y no hay líneas de marcación, esas líneas blancas reflectantes que están en el suelo. ¿Qué crees que sucedería?

—Que caería por uno de los lados de la carretera. Vale, comprendo… se trata de ponerme unos límites para que no me salga de mi camino, ¿no? Y que proteste menos por lo que veo.

—Efectivamente, de eso se trata. De que descubras la vida poco a poco, pero siempre teniendo a tus padres de respaldo, es importante que cuentes con ellos. Necesitas organizarte y colaborar, de esta forma todo fluye.

—Ya, parece fácil. Pero ella también tiene que ceder en algo que parece un sargento. Si tu vinieras a mi casa verías… hasta se puede comer en el suelo, yo creo que mi madre limpia sobre limpio. No es muy normal que esté todo tan organizado y desinfectado.

— ¿Tú crees que tu madre es feliz así, limpiando y organizando?

—Sí, la veo muy feliz haciéndolo.

—Bien. Vamos a preguntarle qué siente cuando organiza y limpia la casa al margen de trabajar también de cajera en el supermercado.

La madre de Ángela volvió a mirar de forma sorprendida a su hija y firmemente contesto a la pregunta.

—Cuando las cosas en casa están en su sitio, me siento muy bien, pero si no lo están por cualquier circunstancia no me pasa nada. Cuidar de la casa, de todo lo que rodea mi vida incluidos tu padre y tú, para mí es la clave de una buena vida, la vida que yo quise tener desde que era niña y que en mi casa no me dejaban porque era un auténtico caos, quizás este sea el motivo de mi impaciencia. Pienso que la limpieza y el orden es una responsabilidad que debemos cumplir a diario, es un compromiso en el que debemos participar todos y que es un acto que nos fortalece en todos los sentidos. Si me paso contigo diciéndotelo es porque no consigo que comprendas qué siento cuando no me haces caso.

—Mamá, es que nunca me lo habías explicado así. Vale, de acuerdo… pactemos, hablemos… pero lo ponemos por escrito que luego salimos de aquí y no nos acordamos de nada y vuelta a empezar.

La psicoterapeuta cerró suavemente su carpeta y cruzó sus brazos cómodamente mientras madre e hija iban descubriendo el poder de la comunicación. Sólo intervino para recordarles que la familia es como una gran empresa que debe aprender a negociar ideas, reunirse para expresar opiniones, dialogar para conocerse y apoyarse, aceptar las normas para que, esta empresa que forma un equipo, nunca cierre”.

Día Mundial de la Diabetes

Ana-Bell Ferrer Gómez

¿DIABULIMIA? ¿Dia qué?

Aunque su nombre nos resulte muy extraño, cada vez es más frecuente la asistencia de pacientes a las consultas de psicología por este padecimiento. La DIABULIMIA es un trastorno alimentario que puede afectar a las personas con Diabetes Tipo I. Se caracteriza por una reducción de la ingesta de insulina para perder peso. Está considerado como un trastorno de patología dual al ser posibles los dos diagnósticos: Diabetes y Bulimia. Cualquiera de ambos diagnósticos puede aparecer previamente sobre el otro.

Normalmente se inicia en la adolescencia. Las personas que lo padecen con más edad, lo habrán iniciado en etapas anteriores. Existe un mayor riesgo desde los 12 a los 25 años y en el sexo femenino, aunque con mayor frecuencia aparece entre los 12 y 17 años. Sin embargo, en los últimos años, se ha podido observar también el trastorno en edades inferiores.

Este trastorno se identifica por la omisión de insulina para controlar el peso. Por tanto, puede convertirse en un trastorno que puede llegar a provocar hasta la muerte en el peor de los casos, ya que las personas que necesitan la insulina, puesto que padecen la Diabetes Tipo I, se saltan o dejan de administrarse las dosis necesarias.

Debido a las exigencias de nuestra sociedad actual y la importancia de la imagen que vendemos a los demás, sobre todo con el crecimiento de las redes sociales, cada día más, el aspecto físico es la errónea carta de presentación. En este trastorno diabulímico, los jóvenes dejan de administrarse su insulina para perder peso, aunque estén jugando con su salud. Por ello, aunque existe un problema médico real como es la falta de insulina en el organismo de aquellos que padecen este trastorno, existen otras variables que modulan y pueden convertir la Diabetes en DIABULIMIA como la baja autoestima, problemas escolares, conflictos personales, carencias afectivas, sensación de descontrol, perfeccionismo y autocastigo, problemas con su sexualidad, sentimientos de vacío,  insatisfacción con su imagen corporal y socialización perturbada entre otros factores cognitivos.

En muchos de los jóvenes que padecen DIABULIMIA hemos visto que existen otros factores de riesgo como un ideal de belleza extremo con la delgadez, preocupación por la cantidad de grasas ingeridas, conflictos parentales y familiares, crianza difícil, psicopatología de los padres, abuso sexual, físico o psicológico y una preocupación en el entorno familiar por el peso.

Como prevención para la DIABULIMIA, es imprescindible mantener un buen estado físico, una dieta saludable, realizar algún tipo de actividad física de forma continuada y conservar un entorno socio-familiar sano. Por supuesto, seguir las indicaciones y adherencia del tratamiento de la insulina. Es necesario para mantener los beneficios a largo plazo, recuperando un buen estado psicológico a través de la terapia individual, familiar o grupal.

Mientras tanto, debemos vigilar a nuestros adolescentes. Es importante ayudarles y apoyarles en su crecimiento y más cuando padecen alguna enfermedad como la diabetes. Como sabemos, la adolescencia es una etapa también difícil por los cambios que produce en el desarrollo tanto físico como psicológico y personal. Podemos cambiar algunos hábitos, como convertir la hora de la comida en un acto familiar de comunicación donde no existen los móviles, favorecer el respeto mutuo a través del ejemplo, colaboración e integración grupal e incrementar la constancia y el esfuerzo diario recordándoles a nuestros jóvenes que somos modelos a seguir, pero eso sí; ¡seamos!

Diabetes

SECRETOS DEL ALMA | El baúl de los recuerdos

—¿Ordenarlo? ¿Cómo se hace eso?

Juan abrió los ojos indicando sorpresa. Tumbado en el diván de la reflexión hablaba de su vida de forma desordenada. En el baúl de sus recuerdos todo estaba por revisar, no había orden. Sufría por todo lo que le había sucedido en el pasado y lo arrastraba continuamente a su vida actual convirtiéndola en un caos emocional.

—Sí, debes ordenar tu baúl de los recuerdos para que no te haga tanto daño Juan. Todos en la vida pasamos por acontecimientos trágicos, importantes, frustrantes, desastrosos, todos hemos perdido a alguien alguna vez, a todos nos han dejado alguna vez o hemos dejado, nos han hecho daño o hemos hecho… la vida es un camino lleno de obstáculos que hay que aprender a esquivar, saltar, bordear… pero sobre todo hay que aprender a verlos venir.

—¿Entonces el quejarme tanto de mi pasado obedece a que no he ordenado mi baúl de los recuerdos?

—Sí. Es una forma metafórica de explicar que todo se va almacenando y que todo necesita un orden. El hecho de hacer un autoanálisis, de analizar tus sentimientos y tu vida ya provoca de por sí un vaciado del baúl para poder luego guardarlo de forma “ordenada”. No podemos estar reprochándole a alguien toda la vida algo que nos hizo si encima le hemos dicho que lo perdonábamos.

—Ya, pero es que no me lo puedo quitar de la cabeza, no me puedo quitar de la cabeza muchas cosas y sí, es cierto, me paso el día mirando hacia atrás, siempre recordando mi pasado, el abandono que recibí de mis padres, la muerte de mi hermano, ese amigo que me traicionó, la primera novia que tuve… ¡por Dios! ¿Y todo esto se va a poder ordenar en mi baúl?

—El ordenar el baúl da pie a iniciar un proceso de madurez psicológica. Se ven las cosas desde otro prisma. No se borra nada, a ti te ha pasado lo mismo, pero tu cerebro lo percibe de una forma más lógica, más razonable aportándote una cierta sabiduría de la vida. Es como aprender de lo sucedido.

—Pero ¿cómo? No lo entiendo. ¿Cómo puedo olvidarme de todo lo que me hicieron?

—No se trata de olvidar, se trata de analizar las situaciones, a eso me refiero cuando te digo que hay que ordenar. Si no te hubieras marchado de casa con 22 años, ahora no tendrías ni serías lo que eres. Te ha tocado luchar solo y eso te ha dado una madurez.

—Sí, pero también me podía haber ocurrido algo malo, como haber caído en las drogas o haber sido un tío perdido por el mundo.

—Sí, pero no ha sido así. Puedes pensar lo que quieras, pero el pensar en algo que no ha ocurrido no es buen sistema. Debes aprender a pensar en la realidad de tu propia vida.

—Muy bien, ¿cómo empiezo a ordenar este lío?

—Empezaremos desde el principio. Trata de hablarme sobre lo que sientes y recuerdas de tu infancia. Para hacerlo fácil vamos a ir poniéndole títulos a cada etapa de tu vida hasta la actualidad que tienes 38 años. La infancia va desde que naces hasta los 5 años aproximadamente. ¿Qué título le pondrías?

Juan se quedó mirando fijamente la tela aterciopelada del diván, empezaba a pensar. Había muchos recuerdos que se agolpaban en su mente.

—¡Inolvidable!, la llamaría inolvidable. Me sentía querido por mis padres. No recuerdo nada malo de esa etapa. Al contrario, cuando intento recordar… todo es agradable. Recuerdo las navidades alegres, los veranos en la playa… muchas cosas bonitas hasta la muerte de mi hermano cuando yo tenía 14 años y él tenía 19. Ahí fue cuando mi vida cambió totalmente.

—¿Sólo tu vida cambió?

Juan no contuvo las lágrimas, las dejó caer de una forma muy lenta, como si no tomara consciencia de su tristeza.

—Bueno… nos cambió la vida a todos, pero no era justo que a partir de ahí ya no se ocuparan de mi, dejaran de cuidarme y de quererme.

—¿Qué le pasó a tu madre con la muerte de tu hermano?

—Cayó en una profunda depresión. No se ocupaba ni de mi padre y yo… empecé a aislarme con mis estudios y con mis amigos. Mi madre no quería ir al médico, ni al psicólogo. Decía que nadie le iba a devolver a su hijo y que ya no hacía falta vivir.

—¿Cómo falleció tu hermano?

—En un accidente de coche. Él iba en el asiento de atrás con otro amigo, murieron los dos, se salvaron el conductor y la copiloto. No fue culpa de ellos. Un camión no hizo bien la entrada en la autopista por el carril de aceleración y los embistió. Ya han pasado 24 años de esto.

—Doble dolor para todos, Juan. Pero continúa por favor. La niñez va desde los 5 años hasta los 12 que empieza la adolescencia. ¿Qué título tiene esta etapa?

—“Diversión”. También la recuerdo como algo maravilloso. Mi hermano era un gran estudiante y yo copiaba esa conducta de él. Lo admiraba, bueno lo admirábamos todos.

—De la adolescencia hasta la juventud. De los 12 años hasta los 19 años. ¿Qué título deseas ponerle a esta etapa?

Juan movía la cabeza indicando negación. No deseaba ponerle título a una etapa traumática, no encontraba ningún término. La psicoterapeuta se mantuvo en silencio tomando notas mientras lo dejaba reflexionar.

—“Oscuridad”. A partir de aquí comienza mi calvario. Dejo de existir para todos.

—Vuestras vidas se detuvieron. No fuiste tú solo. No debes juzgar tanto a tu madre. No supo salir del pozo donde se metió cuando recibió la fatal noticia. Todos os alejasteis de todos.

—Es cierto, de la noche a la mañana todos moríamos con él. Ahora veo las cosas de otra forma. No supimos asimilar ni conllevar la tragedia.

—El hecho de marcharte de casa cuando tenías 22 años también supuso para tu madre otro estado de soledad y depresión mayor, ¿no?

—¿Me estás diciendo que no debí marcharme? ¿Qué no he entendido a mi madre? ¿Y ella, me entendió a mí?

—Te estoy diciendo que no es tarde para analizar las situaciones. Hoy en terapia sólo vamos a sembrar nuevas reflexiones. Después ya verás como recoges el fruto. El sentimiento de culpabilidad debe servirnos para no volver a cometer el mismo acto, no para atormentarnos toda la vida. Tú te sientes culpable por no tener relación con tus padres, ¿o me equivoco?

—Sé que en el fondo sí me siento así. Creo que fui egoísta y vengativo, por eso me marché, porque no entendí que mi madre estaba enferma de dolor y no podía prestarme atención, quizás debí recurrir a la familia, a mis tíos para que me ayudaran, pero cogí el camino fácil, huir.

Juan se inclinó para coger un caramelo mentolado de un recipiente de cristal. Dejó sonar el papel plastificado en sus manos durante unos largos segundos, doblándolo y retorciéndolo sin tomar consciencia de su inquietud.

—La juventud va de los 19 años a los 30. ¿Y esta Juan, qué título recibe?

—“Conformidad”. Sí, es una etapa en la que me conformé con lo que me había tocado. Me fui de casa a vivir mi vida porque encontré trabajo y me pude independizar. Apenas ya tenía relación con los de casa. Mi dolor me perseguía. Mi madre había decidido seguir hundida. Mi padre… mi padre no me entendía. Empezaron las discusiones hasta que un día, ya con 22 años decidí que había llegado el momento de marcharme y me fui.

—Ahora ya tienes 38 años Juan. Estas en la etapa adulta. ¿Cómo calificarías tu vida actual?

—“Autoanálisis”. Es como si hubiera llegado el momento en que tengo que arreglar mi vida. Como si hubiera algo dentro de mí que me dice que no debo estar pegado a mi pasado… que debo solucionarlo, pero no sé cómo hacerlo.

—De momento ya has hecho mucho, le has puesto nombre a tus sentimientos, es así como se empieza. Tenemos un trauma del pasado sin resolver. Un choque emocional que obstaculiza tu vida y que ha dejado una profunda huella, no sólo a ti, también a tus padres, ocasionando distanciamiento y soledad. Antes de dar un paso deberás analizar las consecuencias y éstas no se pueden ver si tu baúl no está en orden. Ahora necesitas tiempo.

Con el tiempo Juan pudo realizar un encuentro con sus padres. Comprendió que, con su marcha a los 22 años, él también había muerto porque no se había alejado para independizarse y crecer, se había alejado por rabia, por venganza hacia unos padres que tras la muerte de su otro hijo se habían sumergido en un pozo de hielo.

Un día observó en la acera de enfrente de la casa de sus padres a que su madre saliera a la calle. Esperó impaciente hasta que vio aparecer a una mujer envejecida por el tiempo, de aspecto hundido y oscuro, descuidada en su imagen. Entre sus manos llevaba un pequeño monedero y unas llaves. Juan se acercó despacio por la espalda, tocó su hombro y cuando ella se giró y miró a su hijo con los ojos muy abiertos indicando sorpresa, él sólo pudo que abrazarla y al oído le dijo: “perdóname” y le entregó una pequeña nota escrita en un papel doblado. Su madre, sin emitir palabra alguna, la desdobló y leyó: “porque nunca es tarde mamá y el tiempo sólo se acaba cuando la vida termina. Me fui sin pensar en ti, creyendo que no pensabas en mí y me equivoqué. No hablemos mamá, vayámonos a casa, me gustaría que lloráramos juntos para no tenerlo que hacer más por separado”.

el baúl de los recuerdos secretos del alma

SECRETOS DEL ALMA | Sombras de soledad

—Tus padres están preocupados por ti, me han dicho que necesitas que te ayude porque ellos no saben cómo hacerlo. Eres muy joven para estar tan triste. ¿Sabes por qué has venido?

David tenía 12 años y sentado en la silla del despacho parecía que tuviera 15. Sus oscuras ojeras denotaban una falta de descanso, su pelo no tenía brillo. Miraba fijamente a la psicoterapeuta como buscando en ella respuestas a preguntas que circulaban por su mente pequeña como coches en ambos sentidos.

—Sí, sé a qué he venido. Mi madre me dijo que hablara contigo y te contara qué me pasa. Que te dijera por qué lloro tanto y todo me parece tan oscuro, pero yo no sé por qué me pasa esto.

—Bien, déjame que te ayude David. Vamos hacerlo como un juego a ver si entre los dos descubrimos este misterio. Todas las personas tenemos emociones, sentimientos guardados que a veces cuesta expresar. Por ejemplo, el miedo y la alegría son emociones, ¿vale? Ahora yo te digo una palabra y tú me dices la primera que se te venga a la mente. Por ejemplo: “luna”.

— ¡Lobo!

—Muy bien. Así con todas. ¿Estás preparado?

—Vale, me gusta este juego. Ya veo de qué va. Tú me dices una palabra y según lo que se me ocurra sabemos que eso guarda una relación con lo que yo siento.

—Bien, ya veo que eres inteligente. Empieza el juego: “Madre”

—Ordenador.

—“Padre”

—Viaje.

“Amigos”

—Sombras

—“Diversión”

—Soledad

—“Noche”

—Miedo

—“Día”

—Muerte

—“Boca”

—Cerrada

“Juego”

—Tristeza

La psicoterapeuta miró fijamente al joven David. Le pidió que le enseñara las manos y que las pusiera sobre las suyas.

—David, ¿te das cuenta de que tus manos están frías, muy húmedas y que tiemblan? Fíjate que al ponerlas sobre las mías yo percibo todo eso de ti, percibo tristeza, soledad y miedo a la vida. ¿Te está costando vivir?

El joven desplazó su mirada hacia el suelo. Sus ojos se empaparon de lágrimas que luchaban por no caer. Sentía vergüenza, no quería llorar.

—Llorar es bueno, muy bueno. No reprimas tus emociones. Deja que fluyan las lágrimas, te hará bien.

—Está clara la conclusión del juego, ¿verdad? Soy un niño aburrido, solo, al que nadie le hace caso, ni tan siquiera puedo jugar con mi padre porque casi nunca está en casa, siempre viajando y con mi madre tampoco porque dice que es más importante su ordenador.

— ¿En qué trabaja tu madre?

—Mi madre hace zapatos en casa.

— ¿Y qué tiene que ver el ordenador con los zapatos?

—Pues que ella cuando termina de hacer zapatos durante todo el día está hasta las narices y se mete en el Facebook y chatea con amigas, pero yo le digo que si vemos una película juntos o si hacemos algo y me dice que no puede que tiene que terminar cosas en el ordenador y yo miro lo que hace y está chateando. Y cuando mi padre llega los fines de semana siempre está cansado.

— ¿Y tus amigos David?

—Como soy tan poca cosa, en clase no me hacen caso y los fines de semana no tengo con quien salir, me cuesta hacer amigos.

— ¿Realizas alguna actividad extraescolar como fútbol, algún deporte, teatro, música…?

—No, dicen mis padres que no hay dinero para todas esas cosas. Que todo eso es de ricos.

— ¿Tus problemas de soledad se los cuentas a tus padres?

—No. Pienso que me van a reñir porque siempre estoy igual, protestando porque mi vida es un asco. Ellos pasan de mí y encima soy hijo único.

— ¿Y no crees que el hecho de haberte traído aquí, conmigo, es ya indicativo de que están preocupados?

—Bueno… visto así…

—David, para conocer gente es conveniente que te apuntes a alguna actividad extraescolar, que te organices primero y que aprendas conmigo habilidades sociales que quiere decir “hacer amigos”.

—Estoy metido en “las sombras de mi soledad”, eso es lo que me está pasando. Lo veo claro.

—Es una frase perfecta para describir tus sentimientos. Todos tenemos “sombras”. Tú te estás formando, tienes 12 años. No permitamos que esas sombras de soledad permanezcan en ti. Vamos a transformarlas en un arcoíris.

David, empezó a sonreír. Podía hablar. Había alguien que haría de puente entre sus padres y él, su psicoterapeuta, su confidente.

—Bueno, ya sabemos que estás triste y que tu vida es un “asco”, como tú dices. Ahora debemos cambiarla. Voy hacer pasar a tu madre, ¿estás de acuerdo?

—Vale.

La madre de David se incorporó a la terapia. Al joven niño le resultó muy extraño estar hablando con su madre, contándole delante de su psicoterapeuta todo lo que sentía. La madre de David, tomó consciencia de la soledad de su pequeño. Se organizaron horarios para realizar juntos actividades en casa. David, descubrió que le encantaba el teatro y su madre accedió a apuntarlo. Empezó su terapia de habilidades sociales y de autoestima y de esta forma sus “sombras de soledad” se fueron difuminando.

Pasados los meses, al finalizar la terapia, David entró en su última sesión con un semblante diferente. Aquel jovencito de ojeras oscuras había cambiado.

—He hablado con mi padre. Hemos quedado que los domingos por la mañana nos iremos juntos con la bicicleta y el otro día vino a verme a una mini obra que hice con unos amigos en lo del teatro. ¿Sabes qué? Que ya tengo un arcoíris en mi mente. ¿Recuerdas mi sombra de soledad? Se marchó el día que me escucharon y que entendieron por qué lloraba.

—Me alegra mucho saber que avanzas en tu vida y que tus sombras se difuminan poco a poco. Recuerda siempre que “muchas veces las palabras no pueden decir lo que una lágrima puede expresar”.

sombras de soledad secretos del alma

Día de Todos los Santos

Lola Collado Tarazón

Hoy es un día para recordar, para dejar aparcados nuestros quehaceres cotidianos y dedicar tiempo a los familiares y amigos que ya no están con nosotros. Un día en el que los cementerios cobran vida durante unas horas, se llenan de flores y las familias se reúnen para sentir más cerca que nunca a sus seres queridos.

En estas fechas, la tristeza nos puede abrumar y podemos vernos envueltos en una oleada de sentimientos que hacía tiempo que no nos permitíamos sentir y que pueden resultarnos difíciles de manejar. Todas estas emociones son normales, forman parte de nosotros, de quién ahora somos.
Sin embargo, a pesar de la pena y la melancolía que podamos sentir hoy al evocar lo que intentamos guardar con fuerza en la mente, ¿por qué no aprovechar este día tan especial para recordar a nuestros difuntos con una sonrisa? Una sonrisa por todos los momentos felices que vivimos con ellos, por las risas, por cuando nos acompañaron en situaciones difíciles, por el amor incondicional que nos dieron y con el que nos han dejado, simplemente, porque su huella siempre permanecerá viva en nuestra memoria.

A lo largo de nuestra vida, antes o después, todos tendremos que enfrentarnos a la pérdida.
Cuando esto ocurre nos metemos de lleno en un proceso de afrontamiento y adaptación emocional ante la ausencia de nuestro ser querido. Esto es el duelo. Un curso natural y fluctuante que forma parte de la vida, individual y único, pero con algunas similitudes.

Cuando perdemos a alguien siempre hay  cierta sensación de irrealidad, de que esto no está pasando, creemos estar en una pesadilla de la que nos vamos a despertar y todo volverá a ser como antes. Una vorágine de sentimientos se vuelca en nosotros, haciéndonos sentir que somos incapaces de superar la pérdida. El enfado, la ira, la culpa, el miedo y la ansiedad y finalmente, la soledad y la tristeza al ser conscientes de que esa persona se ha ido definitivamente, se convierten en el día a día.

Con la llegada de la aceptación ante lo sucedido, estas emociones se van disipando y dan paso a la recolocación emocional del fallecido.  Es necesario encontrar un lugar para el difunto que nos permita estar vinculados con él, pero de un modo que no nos impida continuar viviendo.

Aceptar la pérdida no es olvidar, sino aprender a vivir sin la persona amada.

«La Carta de Despedida» de Gabriel García Márquez

Finalmente quisiera compartir “La Carta de Despedida” del conocido escritor y periodista colombiano ganador del premio Nobel de Literatura en 1982, Gabriel García Márquez.

“Si por un instante Dios se olvidara de que

 soy una marioneta de trapo

 y me regalara un trozo de vida,

 aprovecharía ese tiempo lo más que pudiera.

 Posiblemente no diría todo lo que pienso,

pero en definitiva pensaría todo lo que digo.

Daría valor a las cosas,

 no por lo que valen, sino por lo que significan.

Dormiría poco, soñaría más, entiendo que

 por cada minuto que cerramos los ojos,

 perdemos sesenta segundos de luz.

Andaría cuando los demás se detienen,

 despertaría cuando los demás duermen.

Si Dios me obsequiara un trozo de vida,

vestiría sencillo, me tiraría de bruces al sol, dejando descubierto,

 no solamente mi cuerpo, sino mi alma.

A los hombres les probaría cuan equivocados están

 al pensar que dejan de enamorarse cuando envejecen,

sin saber que envejecen cuando dejan de enamorarse.

A un niño le daría alas, pero le dejaría que el solo aprendiese a volar.

A los viejos les enseñaría que la muerte no llega con la vejez, sino con el olvido.

Tantas cosas he aprendido de ustedes, los hombres…

 He aprendido que todo el mundo quiere vivir en la cima de la montaña,

 sin saber que la verdadera felicidad está en la forma de subir la escarpada.

He aprendido que cuando un recién nacido aprieta con su pequeño puño,

 por primera vez, el dedo de su padre,

 lo tiene atrapado por siempre.

He aprendido que un hombre sólo tiene derecho a mirar a otro hacia abajo,

cuando ha de ayudarle a levantarse.

Son tantas cosas las que he podido aprender de ustedes,

pero realmente de mucho no habrá de servir,

 porque cuando me guarden dentro de esa maleta,

 infelizmente me estaré muriendo.

Trata de decir siempre lo que sientes y haz siempre lo que piensas

 en lo más profundo de tu corazón.

Si supiera que hoy fuera la última vez que te voy a ver dormir,

 te abrazaría fuertemente y rezaría al Señor para poder ser el guardián de tu alma.

Si supiera que estos son los últimos minutos que te veo,

te diría “Te Quiero” y no asumiría, tontamente, que ya lo sabes.

Siempre hay un mañana y la vida nos da siempre otra oportunidad

 para hacer las cosas bien, pero por si me equivoco y

 hoy es todo lo que nos queda, me gustaría decirte cuanto te quiero,

 que nunca te olvidaré.

El mañana no lo está asegurado a nadie,

 joven o viejo.

 Hoy puede ser la última vez que veas a los que amas.

 Por eso no esperes más, hazlo hoy, ya que si mañana nunca llega,

 seguramente lamentaras el día que no tomaste tiempo para una sonrisa,

 un abrazo un beso y que estuviste muy ocupado para concederles un último deseo.

Mantén a los que amas cerca de ti,

 diles al oído lo mucho que los necesitas

 quiérelos y trátalos bien, toma tiempo para decirles,

 “lo siento” “perdóname”, “por favor”, “gracias” y

 todas las palabras de amor que conoces.

Nadie te recordará por tus nobles pensamientos secretos.

Pide al Señor la fuerza y sabiduría para expresarlos.

Finalmente, demuestra a tus amigos y seres queridos cuanto te importan”. 

Gabriel García Márquez

Día de Todos los Santos

Día Mundial del Ictus

Sandra Luján Murciano

¿Qué es el Ictus?

El Ictus es una enfermedad cerebrovascular que afecta a la circulación sanguínea cerebral, que daña el funcionamiento de una zona del cerebro y que aparece de forma súbita. Este daño puede tener diferentes efectos en el cerebro, dependiendo del lugar en que suceda. Puede afectar el cuerpo de una persona, su movilidad y su habla, al igual que la manera en que piensa y siente.

Es una de las causas principales de muerte y discapacidad a nivel global. Cada año 17 millones de personas sufren un ictus, de las cuales 6,5 millones no sobreviven y la mitad de los sobrevivientes quedan con algún tipo de discapacidad. Se calcula que en el mundo hay actualmente 26 millones de supervivientes de ictus.

La vida puede cambiar en un momento, y las personas afectadas de ictus lo han experimentado de primera mano.

¿Cuáles son los síntomas producidos por el Ictus?

Según la Sociedad Española de Neurología hay síntomas que alertan y pueden ayudar a identificarlo favoreciendo así un tratamiento precoz de sus consecuencias. La presentación brusca, repentina de la combinación de alguno de los siguientes síntomas pueden indicar la presencia de ictus:

  • Dolor de cabeza repentino muy intenso, no habitual, y que aparece sin motivo aparente.
  • Pérdida de fuerza o parálisis de los músculos de la cara, de un brazo o una pierna de un lado del cuerpo.
  • Pérdida de sensibilidad, acorchamiento u hormigueo en un lado del cuerpo o de la cara.
  • Alteración repentina del habla, dificultad para expresarse, lenguaje que nos cuesta articular y ser entendido por quien nos escucha.
  • Pérdida parcial o total de la visión en uno o ambos ojos.
  • Inestabilidad, desequilibrio e incapacidad para caminar.
  • Confusión repentina.

¿Después del Ictus qué?

El ictus marca un capítulo en la vida de la persona a partir del cual todo es diferente y hay que enfrentarse a una nueva situación física, emocional, social y espiritual, ya que tienen que hacer frente a todos los cambios, limitaciones, incertidumbre y cuestionamientos existenciales. Estas personas sufren pérdidas o disfunciones en varios elementos de las diferentes esferas que conforman a la persona, pero dentro de la limitación siempre existe libertad, es desde ahí desde donde podemos rescatar a la persona e impulsarla para adaptarse a su nueva experiencia de vida, a mejorar todos aquellos aspectos que sean mejorables, a aceptar aquellos que no puedan controlarse o cambiar y moldear la actitud para afrontar el día a día y la experiencia de haber sufrido un Ictus. Como terapeutas, familiares y amigos, focalicémonos en lo que es capaz de llegar a ser nuestro ser querido o paciente, para despertar todas las posibilidades dentro de una situación que supone un reto de la existencia.

Federación Española del Ictus

Es oportuno nombrar como recurso informativo y de apoyo a la Federación Española del Ictus (FEI), es una entidad sin fines lucrativos, de ámbito estatal, que se constituye en 2006. FEI es una federación de asociaciones que promueve la información y educación sobre el ictus, la prevención y el tratamiento adecuado y equitativo en todo el territorio nacional. La FEI es el principal referente a nivel estatal que representa, defiende y atiende a las personas que han tenido un ictus y a sus familias, y lo hace con la participación activa de todas las asociaciones y otros agentes de interés implicados.

Imagen para el Día Mundial del Ictus