SECRETOS DEL ALMA | Entonces, ¿quién soy?
Música cortesía de: Fernan Birdy/Relax Music
— ¡No me irás a decir ahora que tienes doble personalidad y que no te enteras de cuándo actúas de una manera y cuándo de otra! ¿Pero tú es que me has visto cara de…? mira… me voy a callar!
Lucía era la madre de Pedro Luis. No podía comprender cómo era posible que su hijo, cuando entraba por la puerta de su casa, era un Pedro Luis agresivo, desafiante, engreído, chulesco e insolente y cuando volvía a cruzar la puerta para salir a la calle era un joven de 17 años adorable por todos.
La psicoterapeuta miró a Pedro Luis esperando una reacción ante la crítica de su madre. La sorpresa llegó cuando el joven contestó de la siguiente forma:
—Es que yo no me veo así mamá. Yo no creo ser lo que tú dices.
—¡Ah! ¿no? ¿ya estás mostrando tu cara buena ante la psicoterapeuta como haces con todo el mundo? A ver… ¿es que no es verdad que ya estamos hartos en casa de tu actitud? Mira Pedro Luis… desde que tenías 7 años que nació tu hermana que empezaste a ser un niño desobediente. Siempre hemos pensado que ha sido porque has estado celoso, pero es que ya tienes 17 años y esto no hay quien lo aguante.
La psicoterapeuta esperó paciente a que el joven respondiera a su madre, sin embargo, él permaneció en el más absoluto de los silencios. Se reclinó cómodamente en el asiento y sacó el móvil en actitud de indiferencia. Se había conectado a las redes sociales.
—¿Ve lo que le estaba diciendo? Así todo el día, o grita o nos ignora, como si de repente no existiéramos. Ni estudia, ni trabaja… ni piensa, lo que no se es cómo aprueba los exámenes.
—Pedro Luis, disculpa que interrumpa tus conversaciones tan interesantes por Facebook. ¿Te importaría apagar el móvil o silenciarlo, mirarme y contestar a una pregunta que voy hacerte?
El joven levantó la vista. Por un instante pensó que venía la escena típica de las películas de acción donde el policía se abalanza contra el joven y lo estampa contra la pared para ponerle las esposas. Pero no, no ocurrió eso. Silenció su móvil y con gesto de sorpresa se acercó con la silla a la mesa del despacho.
—Coloca, por favor, el móvil boca abajo—añadió la psicoterapeuta con calma— y ahora la pregunta es: ¿crees que estarías más cómodo si le pido a tu madre que espere en la sala de al lado mientras nosotros dos solos hablamos?
Pedro Luis abrió los ojos tremendamente sorprendido por la pregunta. Esperaba que la profesional realizara alguna crítica por haber tenido ese comportamiento de inadecuada educación. Sonrió y contestó:
—Gracias, pienso que estaré mejor si estamos solos.
La psicoterapeuta acompañó a la madre a la sala de espera explicándole que sería citada para otra terapia individual dónde le hablaría de lo que le estaba pasando a su hijo y le indicaría unas pautas. Entró de nuevo en el despacho. Se acomodó en el asiento, miró a Pedro Luis, se acercó mucho a su rostro y espaciando mucho las palabras le dijo:
—Ahora que estamos solos… explícame quién de los dos eres de verdad. ¿Pedro Luis el amable, bastante líder en clase, el que apoya a sus compañeros, el que cae bien a la mayoría y a las chicas las lleva locas o Pedro Luis el desagradable en casa, que deja todo tirado por la habitación, que espera a la mínima para meterse con su hermana, que trata a sus padres como si llevara odio en su interior y no estudia, pero aprueba?
—¿Cómo sabes eso de mí? Me refiero a lo de clase.
—Porque me informo. He llamado a tu tutor. Al parecer eres buen estudiante y cumples con tus responsabilidades. Como entenderás no cuadra una persona con otra.
—Mi madre me saca de quicio. Está siempre encima de mí. Cualquier cosa que hago está mal hecha para todos los de mi casa. Mi hermana es la lista. Lo que es, es una espabilada que con eso de que es pequeña… Yo no quiero ser así, de verdad, pero es entrar en mi casa y me agobio, como si estuviera maldita la casa esa.
—Al parecer llevas ya cinco días que llegas tarde a clase. ¿Qué ocurre por las mañanas al despertar?
—¿Al despertar? Que oigo una voz en mi cabeza que me dice lo bien que se está en la cama. Un 80% de esa voz, me dice que para qué… que no vale la pena… que puedo ir más tarde… se apodera de mí, te lo juro… como si unas manos enormes me sujetaran a la cama inmovilizándome y claro… no soy de piedra y me vuelvo a dormir.
—¿Y el otro 20% que te dice?
—Ja, ja… el otro 20% es la parte buena de la película. Es la que me dice: “Pedro Luis levántate, tío levántate… no hagas hablar a tu madre que te vas a quedar sin móvil… cumple con tus responsabilidades… venga… que tú puedes… pero nada. Claro, el otro número es mayor que este. Entonces oigo la voz de una persona poseída, mi madre, que si no tengo vergüenza, que soy un vago… que si mire usted… que… bueno, bueno… unos griteríos de buena mañana… yo no sé cómo los vecinos no nos denuncian.
—¿Y no te has planteado que no tiene sentido ese 80% que domina tu mente? Considero que un joven no tiene por qué tener es tipo de pensamientos ni por la mañana ni a ninguna hora. Si lo profesores te considera buen estudiante, tu comportamiento es adecuado, eres buen compañero y respetuosos en clase, deberías explicarme a que obedece que de un tiempo corto a esta parte estas faltando a clase, no quieres levantarte y cada vez eres más desordenado y más irrespetuoso con tus padres, al margen del comportamiento agresivo con tu hermana fruto de tus celos.
—¿Celos yo? Diagnóstico equivocado querida psicóloga. Yo no estoy celoso de nada.
—¿Qué son los celos para ti Pedro Luis?
El joven miró a la psicoterapeuta de una forma muy fija. No la miraba, sólo pensaba qué contestar.
— Los celos son sentimientos de rabia porque lo que yo pienso que me corresponde se lo dan a otro.
—¿Por ejemplo?
—El cariño, los mimos, los halagos, los besos, el sentirte escuchado, apoyado…
—Debo entender que tus padres han dejado de prestarte atención centrándose en tu hermana y a ti te ha dado por consumir drogas para alejarte de tu realidad y así no enfrentarte a ella, ¿es así?
—¡Madre de Dios! Pero tú qué pasa ¿que eres criminóloga, detective o algo así? Vale… es cierto que estoy fumando marihuana desde hace muy poco tiempo, pero no creo que me comporte así por eso… digo yo.
—Va a ser que sí. Analiza. Si antes controlabas tu actitud y ahora no, si cuando tus padres te decían que ordenaras la habitación lo hacías y ahora no, si antes te levantabas y ahora no, si tenías buena capacidad para concentrarte y ahora la tienes disminuida, si antes tenías ganas de luchar por algo y ahora no… tú me dirás Pedro Luis, tu comportamiento se debe al consumo. Y no me vengas diciendo que fumas poco, que solo es cuando sales de fiesta, que solo han sido unas caladas porque no me lo creo.
—¿Se lo vas a decir a mis padres?
—¿Es eso lo que te preocupa?
—Oyéndote me da la sensación de que soy un drogadicto.
—Un drogadicto es una persona adicta a las drogas. ¿Lo eres?
—Si no puedo pasar sin ellas es que soy adicto, ¿no? Si cuando salgo consumo marihuana y no se salir sin consumir es que soy adicto, ¿verdad? Pues entonces soy drogadicto, como el resto de mis amigos. ¿Y ahora qué? ¿Se lo vas a contar a mis padres o qué vas hacer conmigo?
—Yo no se lo voy a contar a tus padres, lo vas hacer tú mismo y delante de mí. Y si verdaderamente quieres ser algo en la vida, más te vale que vayas creciendo. Acepta tu realidad. No hace falta que te diga tu potencial porque sé que lo sabes. Se trata de enfrentarte a tu problema. Habla con tus padres, confiésales que tu comportamiento se debe a que consumes drogas y que quieres dejarlas, pídeles que te ayuden, expresa lo que sientes, comprométete, yo voy a estar contigo en este proceso.
El joven accedió a que pasaran sus padres y agachando la cabeza contó lo que le pasaba. Su padre se mantuvo en silencio mientras lo escuchaba. De los ojos de su madre salían lágrimas, pero no emitía sonido alguno.
Cuando el joven levantó la mirada para ver el rostro de sus padres, el silencio del padre y las lágrimas de su madre le sirvieron para entender que solo él era dueño de su decisión.
Hoy en día está estudiando 2º de Derecho.
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