Día de Todos los Santos
Lola Collado Tarazón
Hoy es un día para recordar, para dejar aparcados nuestros quehaceres cotidianos y dedicar tiempo a los familiares y amigos que ya no están con nosotros. Un día en el que los cementerios cobran vida durante unas horas, se llenan de flores y las familias se reúnen para sentir más cerca que nunca a sus seres queridos.
En estas fechas, la tristeza nos puede abrumar y podemos vernos envueltos en una oleada de sentimientos que hacía tiempo que no nos permitíamos sentir y que pueden resultarnos difíciles de manejar. Todas estas emociones son normales, forman parte de nosotros, de quién ahora somos.
Sin embargo, a pesar de la pena y la melancolía que podamos sentir hoy al evocar lo que intentamos guardar con fuerza en la mente, ¿por qué no aprovechar este día tan especial para recordar a nuestros difuntos con una sonrisa? Una sonrisa por todos los momentos felices que vivimos con ellos, por las risas, por cuando nos acompañaron en situaciones difíciles, por el amor incondicional que nos dieron y con el que nos han dejado, simplemente, porque su huella siempre permanecerá viva en nuestra memoria.
A lo largo de nuestra vida, antes o después, todos tendremos que enfrentarnos a la pérdida.
Cuando esto ocurre nos metemos de lleno en un proceso de afrontamiento y adaptación emocional ante la ausencia de nuestro ser querido. Esto es el duelo. Un curso natural y fluctuante que forma parte de la vida, individual y único, pero con algunas similitudes.
Cuando perdemos a alguien siempre hay cierta sensación de irrealidad, de que esto no está pasando, creemos estar en una pesadilla de la que nos vamos a despertar y todo volverá a ser como antes. Una vorágine de sentimientos se vuelca en nosotros, haciéndonos sentir que somos incapaces de superar la pérdida. El enfado, la ira, la culpa, el miedo y la ansiedad y finalmente, la soledad y la tristeza al ser conscientes de que esa persona se ha ido definitivamente, se convierten en el día a día.
Con la llegada de la aceptación ante lo sucedido, estas emociones se van disipando y dan paso a la recolocación emocional del fallecido. Es necesario encontrar un lugar para el difunto que nos permita estar vinculados con él, pero de un modo que no nos impida continuar viviendo.
Aceptar la pérdida no es olvidar, sino aprender a vivir sin la persona amada.
«La Carta de Despedida» de Gabriel García Márquez
Finalmente quisiera compartir “La Carta de Despedida” del conocido escritor y periodista colombiano ganador del premio Nobel de Literatura en 1982, Gabriel García Márquez.
“Si por un instante Dios se olvidara de que
soy una marioneta de trapo
y me regalara un trozo de vida,
aprovecharía ese tiempo lo más que pudiera.
Posiblemente no diría todo lo que pienso,
pero en definitiva pensaría todo lo que digo.
Daría valor a las cosas,
no por lo que valen, sino por lo que significan.
Dormiría poco, soñaría más, entiendo que
por cada minuto que cerramos los ojos,
perdemos sesenta segundos de luz.
Andaría cuando los demás se detienen,
despertaría cuando los demás duermen.
Si Dios me obsequiara un trozo de vida,
vestiría sencillo, me tiraría de bruces al sol, dejando descubierto,
no solamente mi cuerpo, sino mi alma.
A los hombres les probaría cuan equivocados están
al pensar que dejan de enamorarse cuando envejecen,
sin saber que envejecen cuando dejan de enamorarse.
A un niño le daría alas, pero le dejaría que el solo aprendiese a volar.
A los viejos les enseñaría que la muerte no llega con la vejez, sino con el olvido.
Tantas cosas he aprendido de ustedes, los hombres…
He aprendido que todo el mundo quiere vivir en la cima de la montaña,
sin saber que la verdadera felicidad está en la forma de subir la escarpada.
He aprendido que cuando un recién nacido aprieta con su pequeño puño,
por primera vez, el dedo de su padre,
lo tiene atrapado por siempre.
He aprendido que un hombre sólo tiene derecho a mirar a otro hacia abajo,
cuando ha de ayudarle a levantarse.
Son tantas cosas las que he podido aprender de ustedes,
pero realmente de mucho no habrá de servir,
porque cuando me guarden dentro de esa maleta,
infelizmente me estaré muriendo.
Trata de decir siempre lo que sientes y haz siempre lo que piensas
en lo más profundo de tu corazón.
Si supiera que hoy fuera la última vez que te voy a ver dormir,
te abrazaría fuertemente y rezaría al Señor para poder ser el guardián de tu alma.
Si supiera que estos son los últimos minutos que te veo,
te diría “Te Quiero” y no asumiría, tontamente, que ya lo sabes.
Siempre hay un mañana y la vida nos da siempre otra oportunidad
para hacer las cosas bien, pero por si me equivoco y
hoy es todo lo que nos queda, me gustaría decirte cuanto te quiero,
que nunca te olvidaré.
El mañana no lo está asegurado a nadie,
joven o viejo.
Hoy puede ser la última vez que veas a los que amas.
Por eso no esperes más, hazlo hoy, ya que si mañana nunca llega,
seguramente lamentaras el día que no tomaste tiempo para una sonrisa,
un abrazo un beso y que estuviste muy ocupado para concederles un último deseo.
Mantén a los que amas cerca de ti,
diles al oído lo mucho que los necesitas
quiérelos y trátalos bien, toma tiempo para decirles,
“lo siento” “perdóname”, “por favor”, “gracias” y
todas las palabras de amor que conoces.
Nadie te recordará por tus nobles pensamientos secretos.
Pide al Señor la fuerza y sabiduría para expresarlos.
Finalmente, demuestra a tus amigos y seres queridos cuanto te importan”.
Gabriel García Márquez
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