SECRETOS DEL ALMA | Prisionera de mis actos
Música cortesía de: Fernan Birdy/Relax Music
La joven sólo quería expresar lo que sentía. Con su delicada voz leyó en alto para que la escuchara. Su entonación era perfecta. Llegaron a mi mente palabras con un gran significado emocional. Frases que indicaban profundos sentimientos que harían adentrarse a cualquier persona adulta en la adolescencia.
Durante la lectura sus manos se agitaban para recoger su pelo, hacia un lado y a otro, como un gesto automático que denotaba inquietud. De ojos grandes, expresivos y manchados por un toque de ira oculta. De aspecto inocente, indicando en su tono de voz un estado de tristeza confusa.
—¿De verdad vas a publicarme esto en Secretos del Alma? ¿Te gusta lo que escribo?
—Me gusta lo que escribes y entiendo lo que escribes. Estas en una etapa de la vida en que te sientes diferente, luchadora, egoísta, inestable y solo tú te lo puedes decir. No das permiso a cualquiera para que te diga quién eres y cómo debes cambiar y para mí es un honor que me dejes formar parte de tu crecimiento y que confíes.
—Gracias. Pero no pongas mi nombre real, llámame Eli.
“Prisionera de mis actos, de mis decisiones, de mis circunstancias y de las conclusiones que saco cuando miro al espejo y no veo nada. Imagino mi futuro… pero no veo nada.
Quiero volver atrás, a los meses de risas, juerga, veneno, pero es que no queda dinero, ni confianza; mis padres deberían darme alas, pero no: solo una soga al cuello.
Y hoy no sé qué hacer. El frío me cala los huesos. Estoy en un laberinto de calles sin salida, quieren las respuestas de una eminencia, pero yo solo soy hueso y carne y algo de conciencia. Yo soy todo lo ángel que puedo, ¿por qué no me dais mis alas o me dejáis que regrese al infierno? En el fuego eterno hay calor; entre estas cuatro paredes se nos ha roto el amor.
Prisionera de mis actos, de mis decisiones; papá ayúdame… no me enfades…
Mi madre dice quererme, pero muestra lo contrario ignorando mis circunstancias y las conclusiones que saco cuando miro al espejo y no veo nada porque imagino mi futuro y sigue sin haber nada.
Creo que la pérdida nos afecta a todos, claro, aunque es mucho peor cuando es un ser muy cercano, te saca el alma y la mente, te cambia la sonrisa sin necesidad de aparatos… en eso todos somos iguales, en eso todos somos humanos. Mi yaya ya no está para llamarle “payo” al yayo, ni mi viuda abuelita para ir al campo en verano… solo espero que mi yayo no me suelte de la mano y que se tenga que ir dentro de muchos, muchos años.
Prisionera de mis actos, de mis decisiones, de mis circunstancias y de las conclusiones que saco cuando miro de puertas “pa” fuera y no veo nada, cuando miro de puertas “pa” dentro y solo veo ratas.
Después de leer sus sentimientos, Eli agachó la cabeza.
——La gente me pregunta que por qué vengo al psicólogo y yo respondo que, para contar mis cosas, a que alguien me guie y me diga que tengo que hacer.
—Aunque luego hagas lo que te dé la gana, ¿no es así?
Eli silenció con las manos su risa y empezó a morder un lápiz nerviosamente. Siempre tenía que tener algo en las manos. Mientras hablaba necesitaba hurgarse la nariz y más cuando era un tema que le preocupaba mucho.
—Me dijiste que era histriónica, que tendía a exagerar con mi voz y mis gestos lo que siento y que soy una dramática. Que puedo hacer más de lo que hago, que soy inteligente y que desde que estamos juntas en terapia he cambiado para bien. He oído hablar del histrionismo. Ya de pequeña un médico me dijo que yo era así, que era dramática y teatrera y yo te pregunto, ¿esto es muy grave?
—No se trata de si es grave o no. Se trata de entender que las personas histriónicas necesitan ser el centro y para lograr su objetivo suelen usar estrategias de dramatización y victimismo. Son seductoras, con una excelente capacidad para relacionarse con los demás y cuando no son capaces de acaparar la atención o salirse con la suya se muestran incomprendidas y es ahí cuando se sienten víctimas viviendo continuamente en una montaña rusa. Viviendo sin dejar vivir, creyendo llevar razón, pasando de estar alegre a triste y melancólica en un segundo. Imagina vivir con alguien así que encima no lo ve.
—Anda, que interesante. ¿Esa soy yo?
—Tú me dirás si eres o no. Influenciable, preocupada por tu imagen de forma desproporcionada, dramática, inteligente, susceptible, creativa, poca tolerancia a la frustración, emotiva, insegura… es complicado vivir así. Sin embargo, cuando te encuentras en equilibrio, serena y sientes motivación por algo, entregas el alma. Pero todas las personas somos de diferentes formas. En un principio se trata de entender cómo eres y a cada persona que está a tu alrededor. La convivencia no resulta fácil si uno no pone de su parte. Y recuerda Eli, cuando logramos encontrar una forma de llenarnos, ilusionarnos, esforzarnos, sentirnos respetuosos y orgullosos con nosotros mismos, es cuando empezamos a sentir que nos formamos como personas capaces y este crecimiento nos hace grandes. ¡Tú puedes Eli! Levántate y aprende a mirar al mundo de cara, así el mundo nunca te dará la espalda.
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