El recuerdo, como una vela, brilla más en Navidad

Lola Collado Tarazón

Título citado de Charles Dickens

La Navidad es una fecha de tradiciones, momentos de reencuentro, sentimientos compartidos o alejados, unión o soledad, alegría o tristeza.

Durante estas fechas adornamos nuestras casas con infinidad de motivos navideños. Las calles se llenan de luces. Escuchamos villancicos en cada esquina, en la radio, en las tiendas… dando ese toque especial que recuerda a nuestras mentes que el año ya está llegando a su fin. Y es que, tarde o temprano tiene que haber un punto de partida, un punto en el año donde todo termina y todo comienza. Un momento para reflexionar sobre las cosas más importantes que nos han pasado durante el año y hacer balance de todo lo vivido. La unión de estas vivencias, activan nuestro cerebro, y muchas veces, lo que parece un simple adorno, un olor, un sonido o una canción, nos trae un recuerdo que creíamos tener bajo llave, bien guardado, e incluso olvidado, evocando una mirada perdida en la nada, símbolo de la nostalgia.

Verdaderamente hay personas que anhelan su llegada, pues es una fecha feliz donde se tiene la oportunidad de rodearse de los seres más queridos, compartir sus bienes con ellos e intercambiar obsequios. Sin embargo, para otros tiene un significado más amargo pues las emociones que experimentan no son precisamente positivas sino más bien de tristeza, soledad y nostalgia. En estos casos, la Navidad se vive de forma muy diferente, el tiempo se aprovecha de otra manera. Se utilizan los días festivos para descansar, relajarse, viajar o simplemente tumbarse en el sofá de casa a ver una película tras otra, deseando que el tiempo pase lo más rápido posible. En definitiva, son vacaciones y como en cualquier otra época cada cuál es libre de elegir como quiere pasarlas. Ahora bien, queridos lectores, ¿dónde se esconde el problema?

 Muchas veces silenciarse y desear que los días pasen rápidamente es casi una misión imposible, pues a todo esto hay que sumarle el estrés que nos supone la cantidad de compromisos que debemos atender durante estas fechas; cenas o comidas de empresa, reuniones familiares incómodas, arreglar la casa que vienen todos, excesivos gastos económicos, preparar comidas, regalos…

¿Qué podemos hacer si este es nuestro caso? Si para nosotros estas fechas no son sinónimo de alegría sino todo lo contrario, de tristeza y estrés…
Si estos sentimientos nos invaden, es importante tener presente que, aunque no podamos controlar cómo nos sentimos, sí tenemos la capacidad de elegir cómo queremos enfrentarnos a cada situación. Aceptar y validar las propias emociones dándonos permiso para sentirlas es el primer paso, pero igual de importante y necesario es tener la voluntad de soltar y seguir avanzando.

Esto no quiere decir que olvidemos nuestras preocupaciones o que finjamos que no ha ocurrido algo que nos ha ocasionado mucho dolor, esto sería imposible. Se trata de aprender a hallar un equilibrio entre permitirnos experimentar estas sensaciones y encontrar momentos para sonreír y disfrutar junto a las personas que tenemos a nuestro alrededor. Porque, no nos engañemos, si hay algo que realmente puede ayudarnos es el HUMOR. Sí, con mayúsculas. Es el único capaz de despertar de forma inmediata a las hormonas de la felicidad y del amor. Gracias a él, nuestro cuerpo es capaz de producir una serie de hormonas, tres de las cuales son responsables del placer y la motivación (dopamina), aliviar el estado de ánimo (serotonina) y producir felicidad (endorfina).

En estas fechas, un buen espejo en el que mirarse pueden ser lo niños. Pues como muy bien dice Joan Manuel Serrat “esos locos bajitos que se incorporan con los ojos abiertos de par en par…”. Y es que, si realmente hay alguien experto en disfrutar de la Navidad y hacer un buen uso del humor y de la felicidad, son ellos.

Vive el aquí y el ahora y ya sabes… en reuniones familiares el mejor sistema son los chistes. Recuerda que la música y el buen humor apaciguan los nervios y relajan el alma cargada de rencores.

Día de Navidad CEP

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