Día Internacional de las Personas con Discapacidad

Mª José Pérez Albiñana

Alrededor de un 15% de la población mundial, o mil millones de personas, de los que cerca de cuatro millones están en España, viven con algún tipo de discapacidad.

El propósito de celebrar este día es el de concienciar a la población de que las personas que presentan alguna discapacidad tienen los mismos derechos que todas aquellas que no la presentan, así como fomentar su integración en la sociedad y promover la igualdad de oportunidades.

Aún hoy en día predomina en nuestra sociedad la imagen de la “silla de ruedas” como representativa de este colectivo. Sin embargo, más allá de esta mera visión estereotipada, existe una gran variabilidad en cuanto al grado y tipo de discapacidad que puede presentar una persona (ya sea física, intelectual o sensorial) que viene mediatizada en gran parte por el entorno material y sociocultural en el que se desenvuelve.

Según la OMS, la discapacidad “es un término general que abarca las deficiencias, las limitaciones de la actividad y las restricciones de la participación. Las deficiencias son problemas que afectan a una estructura o función corporal; las limitaciones de la actividad son dificultades para ejecutar acciones o tareas, y las restricciones de la participación son problemas para participar en situaciones vitales”.

Así pues, la discapacidad está, en gran parte, en función del medio en que la persona se desenvuelve, ya que según las facilidades que existen en el entorno, la discapacidad se manifiesta de forma más aguda o apenas inapreciable. Si el entorno no se adapta a las limitaciones de los personas se hacen más patentes sus discapacidades. La discapacidad, por tanto, pasa de ser un problema personal a un problema de dimensión social: si la sociedad no es capaz de crear entornos accesibles para todas las personas, es la propia sociedad la que está discapacitada para atender las necesidades de todos sus ciudadanos.

El día de hoy puede servirnos para pararnos a pensar un poco más en estas personas, que a veces tenemos olvidadas en las exigencias del día a día. Es nuestro deber como ciudadanos sensibilizarnos con este colectivo y preguntarnos si de verdad estamos haciendo por integrarlas plenamente en la sociedad; en si de verdad nos hemos puesto alguna vez en su lugar (con las barreras físicas y humanas con las que todavía hoy se encuentran); en si de verdad respetamos su dignidad inherente, como la de cualquier otro ciudadano; en si de verdad promovemos que tomen sus propias decisiones y no las tomen otros por ellos; en si de verdad no las discriminamos, negativa ni positivamente; en si de verdad velamos por que reciban todos los apoyos humanos, técnicos y servicios especializados que necesitan; en definitiva, en si de verdad viven su vida todo lo plena y satisfactoria que pueden y deben vivirla.

Que el día de hoy nos recuerde que la sociedad NO se divide en personas “normales” y “discapacitadas”, que una discapacidad no define a una persona y que siempre, siempre, siempre hemos de ver primero a la persona, y luego a su discapacidad (y no al revés).

¿Acaso no somos todos ciertamente discapacitados? Todos lo somos, unos más que otros, pero todos lo somos. La discapacidad, como la capacidad, forma parte de la naturaleza humana: de la misma forma que tenemos capacidades, tenemos discapacidades que no son más que la pérdida de capacidades, por lo tanto, la capacidad y la discapacidad son inherentes al ser humano. A lo largo de nuestra vida, nos movemos en procesos de adquisición y pérdida de capacidades desde que nacemos hasta el final de la vida. Por lo tanto, podemos afirmar que todas las personas somos dependientes en cierta medida, la diferencia radica en el grado de dependencia que tenemos de los demás.

Por suerte, la discapacidad, en general, no impide a la persona ser feliz, disfrutar de las oportunidades que la vida ofrece, salvo que su actitud obstaculice esta vivencia natural de discapacidad. La discapacidad limita pero no impide: la discapacidad es un obstáculo, no una imposibilidad.

Así pues, las personas con discapacidad pueden conseguir muchas metas si les damos las oportunidades y si mantienen una adecuada actitud, centrada en las cosas que SÍ pueden hacer.

Nuestra actitud, en ocasiones, condiciona nuestra aptitud. ¿Acaso a veces no somos nosotros mismos los que nos creamos las discapacidades, los que nos ponemos las barreras, los que nos autoconvencemos de que no podemos hacer algo (y, por tanto, terminamos por no poder hacerlo por mera profecía autocumplida)? Muchas veces somos nosotros quienes nos inventamos limitaciones que en realidad no existen, y lo importante ahí es saber diferenciar las que son reales y las que son fruto de nuestros propios miedos.

A veces creemos que no podemos conseguir tal o cual cosa y esperamos que la felicidad nos venga de fuera, de la fortuna de la vida, de que salgan bien nuestros planes, de las personas que nos rodean… Es más inteligente buscarla, sobre todo, en nuestras propias oportunidades y posibilidades, en la vivencia de cada momento. Cada instante guarda un pequeño tesoro si aprendemos a vivirlo, con un grado u otro de limitación.

Pues, en la gran mayoría de situaciones en la vida, como bien dice el refrán, “querer es poder”. El límite lo pones TÚ.

Día Internacional de las Personas con Discapacidad

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