SECRETOS DEL ALMA | Gotas de llanto
Música cortesía de: Fernan Birdy/Relax Music
Cuando la psicoterapeuta abrió la puerta de la sala de espera encontró a una jovencita de 13 años de cabello recogido y mirada fija ante un libro de lectura. A Celia le encantaba leer, devoraba los libros de una forma asombrosa para su edad.
—Celia, buenas tardes, disculpa que interrumpa tu lectura, pero es la hora de entrar a reflexionar, a poner la mente en marcha.
La joven adolescente se acomodó en un sillón porque el diván le incomodaba, no se sentía segura tumbada en él. Hacía ya algún tiempo que asistía a consulta y al principio le costaba entender porqué una persona ajena a su vida tenía que entrometerse en sus problemas simplemente porque era psicóloga. Y para colmo no podía ni protestar, había que ir sí o sí. Al pasar el tiempo, entre Celia y su psicoterapeuta se había producido un vínculo que resultaba beneficioso para la joven, llegando a bromear sobre la vida y las emociones de una forma muy natural. Las sesiones se pasaban muy rápidas y eso era significativo de que ambas estaban muy a gusto la una con la otra.
—Hoy hablaremos de los perfiles psicológicos de las personas que te rodean y del tuyo propio, así como de la percepción que tú tienes del ambiente donde vives. Vamos a aprender que las personas tenemos una percepción de cómo vemos el mundo y que cada uno tiene una percepción diferente. Tú me ves a mí de una forma y yo a mi misma me veo de otra. ¿Me captas la idea?
—Sí, tu quieres saber cómo veo yo el mundo que me rodea y principalmente como son mi madre y la pareja de mi madre. ¿Y el perfil? Eso no lo tengo muy claro.
—Bueno el término “perfil” se utiliza en muchos ámbitos, por ejemplo, en las empresas cuando van a elegir a una persona para que desempeñe un puesto de trabajo buscan un perfil determinado; es decir, que tenga unos rasgos en su personalidad. Cuando los criminólogos tienen que construir el perfil del criminal, lo hacen estudiando los rasgos de los posibles sospechosos. Es tremendamente interesante, ¿no te parece?
—La verdad es que sí. Más que interesante, de momento me resulta curioso.
—Usamos el término “perfil” cuando hablamos del conjunto de las características que reúne una persona y que determina su carácter, y su forma de ser ante determinados comportamientos en situaciones particulares y en la sociedad. ¿Ahora mejor?
—Sí, sí. Lo tengo claro. ¿Por quién empezamos?
—Si te parece Celia, empezaremos por ti. ¿Qué perfil crees que tienes? Ten en cuenta que para tener una idea clara de alguien hay que saber sobre la persona, su historia. Con un perfil podemos entender mejor a la gente, ¿sabes?
—Muy bien. Mi perfil sería el de una ¿adolescente? A la que le encanta sentirse diferente a los demás. A la que no le gustan las vulgaridades y le encanta la lectura y la cultura. De ideas claras. Una chica que crece, pero no sólo por fuera, también por dentro. Con un pasado crítico por haber vivido historias para no contar con un abuelo problemático ¿de perfil enfermizo? Y que quizás esas historias han hecho de ella una adolescente con miedos que intenta quitar de su mente con la lectura y con letras de canciones donde se siente muchas veces identificada.
Por su rostro corría un llanto silencioso. Dejó por un instante que su mirada se perdiera en un punto en concreto de la mesa, en unas pequeñas pirámides de cristal que recordaban a diamantes. Cogió una entre sus manos y añadió con lágrimas en los ojos:
—Yo soy como este cristal, frágil.
La psicoterapeuta ojeo de forma muy minuciosa su bloc de notas como si buscara algo en concreto.
—¿Qué te ha emocionado tanto Celia?
—Describirme.
—¿Sabes qué nombre reciben tus lágrimas hoy?
—Sí, gotas de llanto.
Celia cerró los ojos por un instante. Quería escapar de una cárcel emocional. Tomó aire, suspiró muy pacientemente y añadió:
—Sí, yo siento un torbellino de ideas en mí interior que no puedo expresar por miedo, miedo a ser rechazada, a que no me quieran. Lucho contra mi cuerpo, lucho contra la vida… y al final para seguir sintiéndome incomprendida o sólo comprendida por una sola persona.
—Gotas de llanto es lo que denoto en tu tono de voz, como si intentaras que alguien comprendiera el propio mundo que tú misma te estás creando y es peligroso, ¿sabes? Porque tú formas parte del mundo y no el mundo de ti. Ábrete a ver más allá, deja de encerrarte en que son los demás los que tienen que entenderte, atrévete a expresarte de otra forma… pero sobre todo… que tus gotas de llanto sean puras, de momento llevan un gran contenido de egoísmo esas gotas.
—¡Ah! ¿Qué soy egoísta?
—Habla de la pareja de tu madre y lo verás con claridad.
—La pareja de mi madre tiene un perfil de un hombre exigente, inteligente, soso, protestón e inconformista. Llegó a la vida de mi madre por las redes sociales, trayendo consigo a una hija con la que tengo que convivir. Encima es más pequeña y me imita. Cada cosa que hago, cada ropa que me pongo…ahí está ella… queriendo ser como yo. Yo estaba acostumbrada a estar con mi madre… las dos solas… y ahora mira dónde me encuentro… rodeada de unas personas que ni me van ni me vienen… y todo porque mi madre decidió enamorarse… ¡válgame las narices!
—¿No tiene nada bueno la pareja de tu madre?
—Hombre… ¿bueno… bueno?
Celia acariciaba el diamante de cristal mientras pensaba. Sus ojos delataban una mirada picaresca, con pequeñas pinceladas de maldad.
—Sí, ya sé que tiene bueno. El coche y que me compra cosas que me gustan, seguramente para ganarme.
—¿Te gana así? ¿Compra tu afecto?
—Sí, yo le sigo el juego porque me interesa, pero en mi mente sólo está que rompan la relación. Quiero volver a mi vida de antes, mi madre y yo solas. Es que no sé por qué narices se ha tenido que juntar con este tipo. De dos en casa, hemos pasado a ser cuatro.
—Pero bien que te beneficias con los regalos, ¿no? ¿Has pensado en la felicidad de tu madre en algún momento?
—Este es el egoísmo del que me hablabas, ¿verdad? Que sólo pienso en mí. Que tarde o temprano yo me iré a estudiar fuera y ella se quedará sola. Por eso mis gotas de llanto no son sinceras, no llevan compasión ni entendimiento… ¿qué llevan entonces?
—Llevan la adolescencia, llevan pequeños toques de miedo a que te quiten lo que más quieres… llevan ira y soberbia… posesión, incomprensión y unas pinceladas de inmadurez.
—¡Vaya por Dios! Te habrás quedado a gusto, ¿no?
—De todo lo que te he dicho que llevan tus gotas de llanto, ¿qué es lo que más te ha dolido?
—Las pinceladas de inmadurez. Ahí sí que me has dado. Porque yo me las doy de madura, pero ya veo que tras mi máscara de tigre se esconde un ratón.
La psicoterapeuta cerró su carpeta y finalizó la terapia diciendo: “buen análisis. Ahora llévate tus pensamientos y no permitas que caigan en saco roto. Una joven inteligente como tu debe recordar que aquél que analiza está condenado a madurar siempre. Bendita condena”.
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